Se puede conocer una norma prohibitiva inmutable (...) pero las circunstancias personales pueden impedir obrar de otra manera o tomar otras decisiones sin culpa". (A.L. numeral 301).
¿Alguien se imagina a Zaqueo, diciéndole al Señor que le comprende perfectamente y le agradece su visita, pero que tiene demasiados intereses creados por sus acciones avarientas y ladronas, y esas "circunstancias personales" le impiden obrar de otra manera, ya que no pueden cambiarse sin daño propio y de terceros (su familia, sus socios...)?
¿O alguien se imagina al incestuoso de 1 Corintios diciéndole a San Pablo que sus "circunstancias personales" son tan graves y serias -por ejemplo, su amante incestuosa sufriría muchísimo con riesgo de suicidio con la separación- que no puede obrar de otra manera?
Yo prefiero confiar en el Evangelio, y creer firmemente que todas las "circunstancias personales" sólo afectan a nuestro pasado y a nuestro presente inmediato. Pero que que cuando Cristo entra en nuestras vidas -cuando le permitimos entrar en nuestra casa- no hay nada que impida obrar de la manera que nos exige el Señor.
"Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm. 8,3 8).
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