Desde mi conversión, he visto a la Iglesia Católica como el mayor depósito de Verdad, de Bien y de Belleza que ha tenido, que tiene y que tendrá la humanidad.
Y no es la Belleza lo menos importante, porque a través de ella tenemos un camino privilegiado hacia el Bien y hacia la Verdad.
Por eso, esa deriva hacia lo grotesco y lo feo -delante del Altar donde se sacrifica a Cristo- no sólo destruye la Belleza de Cristo, sino que también deforma la Verdad y el Bien, por la primacía del ídolo frente al ara santa. Y decir encima que esa talla representa a la vida, es un insulto a quien murió por nosotros para que "tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia" (Jn. 10,10).
En fin, es más que un despropósito. Es horrorosamente feo.
POSTDATA del 21/10/19: Un heroico ciudadano romano ha entrado en el templo, y tras arrodillarse ante el Señor, ha cogido los objetos inmundos, ha salido de la iglesia y al llegar al Tiber, en el Puente de los Ángeles, los ha ido arrojando uno a uno al río.
Dejo el enlace: https://youtu.be/xoB_gjuZgf8
Un portavoz del Vaticano -que, imagino, jamás habrá leído la Biblia, ni habrá oído relatos sobre las acciones de los judíos celosos frente a la idolatría- ha calificado su acción de "bravuconada".
Que Ezequías, Josías, Zorobabel y los Macabeos premien al primero, y que caiga su justa indignación sobre el segundo.
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