lunes, 25 de mayo de 2020

Perdida la fe se extravía la razón...y viceversa. Leyendo a Balmes durante el confinamiento.

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Dice con inmensa razón el Padre Iraburu, en un soberbio artículo de "Infocatólica", que "perdida la fe, se extravía la razón". Una grandísima verdad. Pero también es cierto ese principio al revés: "perdida la razón, se extravía la fe".

Esa es la idea fundamental que rondaba mi cabeza mientras, aprovechando el confinamiento, me atreví a leer íntegramente -e intensamente- la extraordinaria "Filosofía Fundamental" de Jaime Balmes. Quiero destacar, entre sus grandes verdades, la crítica demoledora que transversalmente (a lo largo de los diez libros de que se compone la obra), le hace a la filosofía de Kant, el filosofo que, posiblemente, más haya contribuido a demoler el sólido pensamiento filosófico desde Santo Tomás de Aquino. Pero hoy todos reverencian al alemán (aunque creo que muy pocos hayan tenido paciencia para leer sus oscuras obras críticas) mientras que al español ni se le lee ni se le cita, pese a la claridad y solidez de su pensamiento. Yo lo he hecho y vaya si vale la pena.

De alguna forma, todas las maneras erróneas de plantear la realidad hoy, parten de la absurda filosofía del alemán de que sólo podemos conocer los fenómenos de las cosas, no las cosas en sí, y que los conocimientos que no derivan de la experiencia de los fenómenos no pueden ser verificados racionalmente, son sólo formas vacías que nada pueden enseñar sobre la realidad de las cosas. Sólo podemos conocer digamos "horizontalmente" (experiencia), pero nunca trascendentalmente, con lo que destruye la metafísica, abriendo paso a dos errores groseros: al idealismo extremo de sus sucesores, y al positivismo, que es el acta de defunción del pensar filosófico.

En realidad, nuestro mundo intelectual (¿?) está encadenado en ambos errores: en el positivismo, cuando desde la ciencia se insiste en una visión materialista dogmática -cientifismo-, lo que es en rigor absolutamente anticientífico. Y por otro lado, se rinde al idealismo y el sensualismo, por la incapacidad de salir de la egolatría del yo para analizar con objetividad la realidad y actuar con racionalidad, lo que, sobre todo en materia moral es devastador, primando los sentimientos sobre los grandes principios. Se entroniza el "sentimentalismo tóxico".

Desgraciadamente la fe cristiana (especialmente el pensamiento filosófico que ha sustentado la fe), ha sido afectado por estos errores, sobre todo por la brutal invasión de modernismo de los últimos setenta años. No en vano el papa santo Pío X definió al modernismo como la síntesis de todas las herejías; un siglo después de su muerte podemos calificarle como verdadero profeta.

Urge volver a los grandes maestros de la fe, lo que será un principio sólido de purificación del pensamiento cristiano. Ni la razón es puta (como decía el heresiarca Lutero), ni la razón es diosa (como proclamaban los revolucionarios del siglo XVIII); es un maravilloso instrumento que Dios nos ha dado para que, viendo y analizando correctamente las cosas, seamos capaces de elevarnos sobre ellas, trascenderlas y llegar al único creador que es a la vez Verdad, Bien y Belleza. Urge volver a Balmes en definitiva, y antes que él, al maestro primero que vislumbró los más lejanos límites a que ha podido acceder la razón humana, a Santo Tomás de Aquino.

Y urge, sobre todo, tener absolutamente claro en todas partes donde se hable de fe cristiana, el inmenso mal que unas filosofías erróneas (idealismo, sensualismo, existencialismo, positivismo y en definitiva, modernismo) han producido en su correcto entendimiento. ¿Será posible vencer esta nociva inercia intelectual de la que ni siquiera "la columna y el fundamento de la verdad" ha quedado indemne?

domingo, 17 de mayo de 2020

La indignación de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo.




En la ciudad de Sevilla, 17 de mayo del año del Señor 2020.


HECHOS


PRIMERO.- Ayer, día 16 de mayo, por orden de nuestro obispo y tras sugerencia del delegado episcopal para la Misa Tradicional , se suspendió ésta, que se celebraba ininterrumpidamente desde el año 2013 en el Oratorio de la Escuela de Cristo, en el centro de la capital hispalense (de hecho, ni siquiera dejó de celebrarse los domingos de confinamiento, aunque de manera privada y transmitida por las redes).


SEGUNDO.- ¿El motivo? Pues que el Oratorio era pequeño, y, siguiendo la Orden gubernamental 399/2020 (Art. 9) que establece que el aforo de los recintos sagrados queda limitado a un tercio de su cabida, nos encontraríamos con que sólo podrían asistir quince fieles, y el resto se quedaría en el patio anexo al templo, con los problemas que ello conllevaría.


TERCERO.- Don Pablo Díez Herrera, nuestro capellán, propuso celebrar dos misas, una a las 10 y otra a las 11, con que podrían acudir unas treinta personas. Nosotros le suplicamos que hablase con el obispo a fin de que nos proporcionase un templo mayor que pudiera acoger a quienes habitualmente acudimos a la Misa tradicional, que en Sevilla suelen ser unas sesenta personas de media. Hubiera sido muy factible celebrarla en la anexa parroquia de Santa cruz, la cual, por su amplio aforo, tendría espacio para que todos acudiésemos con las debidas medidas de seguridad, pero su párroco invocó como argumento que había tenido que ampliar el número de misas por la reducción de aforo, y que no tenía hueco para nosotros.

Hay que decir que eso no era verdad, pues no se habían ampliado el número de misas según me indicó el presidente de Una Voce Sevilla. El párroco, sencillamente, no nos quería en su parroquia.


CUARTO.- Finalmente, se decidió suspender las misas en el Oratorio sine die, si bien -imagino que avergonzado por dejarnos a los fieles de la misa tradicional sin culto- se ofreció a celebrarla, a título personal (es decir, sin la organización de Una Voce Sevilla) en su parroquia del barrio sevillano de Rochelambert, barrio situado en la periferia de la ciudad, y cuyo aforo, reducido a un tercio, apenas albergaría a cuarenta y dos personas. Como al fin y al cabo la Misa es lo único importante, allí acudimos hoy domingo.


QUINTO.- Como era de prever muchos fieles nos quedamos fuera, se nos impidió la entrada al recinto sagrado, e incluso como se observa en la foto que se adjunta (Prueba Documental nº 1), Don Pablo, nuestro capellán, salió afuera para pedirnos que abandonásemos la explanada (donde muchos queríamos quedarnos para asistir la la Misa), ya que había riesgo de que la policía sancionase a la parroquia y a los fieles que se congregaban allí. De hecho, como si fuese un cocodrilo amenazante, un coche celular se paseó lentamente por las calles aledañas a la Iglesia dispuesto a intervenir si la situación se enquistaba.


Al final, decidimos cada uno irnos a nuestra casa, no sin antes firmar un documento -que dirigiríamos a nuestro obispo- donde le expondríamos el atropello que en nuestros derechos -sí, en nuestros derechos como fieles- teníamos los fieles de la Misa tradicional.


FUNDAMENTOS de DERECHO


UNICO.-Art.5. Sum.Pont. 2007,"En las parroquias donde haya un grupo estable de fieles adherentes a la precedente tradición litúrgica, el párroco acogerá de buen grado su petición de celebrar la Santa Misa según el rito del Misal Romano editado en 1962. Debe procurar que el bien de estos fieles se armonice con la atención pastoral ordinaria de la parroquia, bajo la guía del obispo como establece el can. 392, evitando la discordia y favoreciendo la unidad de toda la Iglesia".


FALLO

"Nos hemos decidido y declaramos que […] no pueden ser obligados a celebrar la Misa de otra manera diferente a como Nos la hemos fijado y que jamás nadie, quienquiera que sea podrá contradecirles o forzarles a cambiar de misal o anular la presente instrucción o a modificarla, sino que ella estará siempre en vigor y válida con toda fuerza (...).


Y absolutamente a ninguno de los hombres le sea lícito quebrantar ni ir, por temeraria audacia, contra esta página de Nuestro permiso, estatuto, orden, mandato, precepto, concesión, indulto, declaración, voluntad, decreto y prohibición. Mas si alguien de atreviere a atacar esto, sabrá que ha incurrido en la indignación de Dios omnipotente y de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo."




(Firmado el fallo: San Pío V, Quo Primum Tempore)

viernes, 1 de mayo de 2020

Por qué amamos a Jesucristo.

HISTORIA DEL ARTE: EL PANTOCRÁTOR DEL ÁBSIDE DE LA IGLESIA DE SAN ...

Jesús lo intentó todo para redimir a Judas: así vio la Última Cena ...

Cuando el hombre comprende (y asume) quién es Jesucristo, su doble condición de Señor de todo lo creado y, a la vez, esclavo de cada uno de nosotros -entregado a muerte de cruz para nuestra salvación-, es imposible que su vida siga siendo la misma. Es más, diría que es ya imposible apartarse de Él.

El gran error de la predicación, antes y ahora, es omitir o minimizar alguno de ambos aspectos, que deben ir siempre radicalmente unidos: el Pantocrátor y el esclavo. El Señor de todo, y el más humilde servidor, que se arrodilla ante nosotros para limpiarnos nuestros pies sucios. 

El pasado se centró en el Dios todopoderoso y humanizado que nos juzgará, pero hoy se desplaza ese rasgo y se destaca al hombre excepcional que pasó por el mundo sirviendo y haciendo el bien, con su predicación y con sus actos. Pero ambos elementos son inescindibles y hay que tenerlos presentes siempre, en la cabeza y en el corazón. No hay un Jesús y un Cristo, no hay dos personas como pensaba erróneamente Nestorio. Sólo uno, un solo Señor Jesucristo, como recuerda el símbolo de nuestra fe.

Precisamente por integrarse en su única Persona ambas naturalezas podemos comprender por qué debemos amarle como le amamos. Con un solo amor, cierto, pero tan inmenso como el profesado a Dios, y a la vez tan intenso como el que podemos entregar a una persona humana, al hombre que hizo lo que ningún otro de la historia pudo hacer: darnos la más sublime sabiduría, salvarnos con su obra y su palabra, y elevarnos a su condición divina por el amor. 

Por eso, cuando vaya a juicio, allí estará Él como juez de mis acciones, pero en realidad, aunque lo primero que vea será el Pantocrátor -y sentiré el terror de su justicia, precisamente porque sé que será absolutamente justa-, mi corazón me dirá que ese terrible juzgador, murió precisamente para que que mis pecados no se me imputasen ante Él. Entonces -¡bendita sea su misericordia y su amor!- veré al humilde Señor, que me abrirá la puerta de la sala donde celebra su eterno banquete, y se ceñirá para servirme.

 "¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Si Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?. Como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades  ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro". (Rm. 8,31-39)