jueves, 30 de abril de 2020

Un gobierno paternal y bondadoso.


Tenemos un gobierno tan bueno y generoso que nos da permiso para ir a Misa desde el día 11 de mayo.


De todos modos, nos pone límites. Así, durante la fase 1 de la llamada desescalada (desde el 11 de mayo), los aforos en las parroquias e iglesias "deberán estar limitados a un tercio de su capacidad". En la fase 2 (desde el 25 de mayo), sin embargo, la generosidad gubernamental se amplía, hasta el punto que casi me hace derramar lágrimas de emoción, tal es su bonhomía que nos concede ocupar los templos "hasta en un 50 por ciento.


¡Qué subidón, más aforo que el permitido a los bares!


Pero algo me choca. Yo pensaba que el RD-L 463/2020, que decretaba el Estado de Alarma, no prohibía el acceso a los templos (no podía hacerlo, dicho sea de paso, porque no sólo sería inconstitucional sino además delictivo), sino simplemente obligaba a la adopción de unas elementales medidas de seguridad.


Ah, claro, fueron los obispos quienes en su inmensa mayoría decidieron el cierre sacramental, incluso antes del Real Decreto citado.


Y claro, si los obispos lo hicieron, si los prelados le dieron la mano al Estado, éste se creyó habilitado para tomar el brazo y viajar hasta el corazón mismo de la Iglesia -el lugar donde está el Sagrario-, profanar templos y ceremonias, entrando armados en los mismos, y desalojándolos, aunque dichas iglesias hubieran tenido el tamaño de una hectárea, y sólo estuviesen un par de viejecitas y un sacerdote más viejecito aún, celebrando el Santo Sacrificio.



Los obispos mudos y obedientes -en definitiva-, y los fieles sin pastores que cuiden a las ovejas, quedando éstas dispersas y a merced de los lobos.



Podría plantear este tema desde mi óptica de abogado y decir, que cuando un derecho fundamental como la libertad religiosa se transforma en una "concesión graciosa" del gobierno (como se ve claramente en las fases de desescalada), vamos por una senda donde ya no somos ciudadanos libres sino súbditos sumisos, donde no tenemos que exigir el derecho, sino alabar a quien nos lo da.


Pero prefiero hacerlo como católico y gritar al Cielo: ¡ Señor, ven pronto!

lunes, 27 de abril de 2020

Un collage en duermevela


Miguel EN Cervantes. El retablo de las maravillas - Astiberri ...



Revolcándome en la sábana, una frase de la excepcional novela de Luis Martín Santos, “Tiempo de silencio”, brinca por mi cabeza:


“El buen pueblo, con su permiso para divertirse…”.


No sé por qué precisamente esa frase…


Sin solución de continuidad, imagino a unos palurdos que aplauden lo que no ven, en el excepcional entremés cervantino “El retablo de las maravillas”.


No sé por qué precisamente esa obra de teatro menor…


Y antes de quedar definitivamente roque, recuerdo esa estremecedora película alemana, “La vida de los otros”, que versa sobre ese Estado comunista de la RDA, donde la mitad -o más- de sus ciudadanos, espiaban o eran espiados por la otra mitad -o más-, y denunciaban ante la policía política -stasi- a los que se salían de las normas del paradisíaco gran hermano alemán.


No sé por qué precisamente esa película…


En fin, amodorrado y perezoso, no busco un enlace lógico o vivencial a tan heteróclitos elementos, y lentamente el sueño se apodera de mí, y emerge una figura extraña -que asocio a Próspero, el gran mago de "La Tempestad"-, que va cerrando mi mente en un letargo profundo, mientras oigo, cada vez más lejos su bellísima frase:

"Estamos hechos de la misma materia de los sueños, y nuestra corta vida se cierra con un sueño".

sábado, 25 de abril de 2020

La eutanasia a la fuerza.

La pseudohistoria de la persecución a los cristianos ...

"Os echarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios" (Jn. 16,2).


Hace unos años, en 1985, un verdadero profeta de nuestro tiempo, el teólogo italiano Romano Amerio escribió uno de los tratados más lúcidos sobre la deriva de la Iglesia Católica tras el Concilio, y una de sus ideas cruciales era la anteposición de lo que él llamaba el "cristianismo secundario" (antropocéntrico, inmanentista y mundano), frente al cristianismo de siempre, radicalmente teocéntrico, cuya base es la salvación por Cristo, con Cristo y en Cristo, más allá del mundo, cuya figura pasará. Ese libro luminoso se titula "Iota Unum".


Olvidar lo principal por lo secundario no sale gratis. Lo paradójico de haber olvidado la esencia de nuestra fe o haberla diluido en un humanismo radical se percibe con claridad en la tragedia de esa anciana holandesa: los parientes que la asesinaron lo hicieron por motivos humanitarios.


En efecto, convencidos de que hacían un bien, pese a la oposición de la mujer, a la que tuvieron que agarrar para que un médico (es un decir) la salvase de sí misma, matándola.


Mirando al futuro que nos espera (en este ambiente de muerte -sobre todo de ancianos- por el virus que se importó de China), saco una conclusión teológica: por motivos humanitarios se nos perseguirá a los cristianos que no aceptamos que el hombre sustituya a Cristo, que su Buena Noticia se cubra de los excrementos del hombre divinizado.


Sí, he dicho correctamente: por motivos humanitarios, no por maldad. No invento nada, pues se cumplirá lo que ya profetizó el Señor cuando explicó que los que nos perseguirían pensarán estar haciendo un servicio a Dios. Antaño fueron los judíos, que estaban convencidos de que los cristianos eran los peores herejes por divinizar a un crucificado; luego siguieron los paganos, que creyeron que los dioses del panteón pagano habían retirado su favor a Roma por culpa del "ateo y antropofágico" culto cristiano. Y en los últimos tiempos, serán los propios cristianos -si es que les queda algo de nuestra fe- los que en nombre de misericordia cristiana, nos "misericordien".


Y lo harán, llevando en el corazón al Dios deformado por un humanismo que justifica asesinar por motivos humanitarios. Llevarán, no a Cristo, sino una parodia diabólica de Cristo.

jueves, 16 de abril de 2020

La encuesta de Tezanos: bajan más de 5% los católicos durante el COVID-19.

Bajan más de 5 puntos los católicos durante el coronavirus? Eso ...


Muchos se han indignado por la encuesta del C.I.S., donde aparte de dejar claro que los españoles estamos a una con el gobierno, e incluso deseando que se censure a los que se atrevan a criticarle, establece una bajada del número de católicos españoles durante esta situación de confinamiento. ¿Cómo van a bajar los católicos -se preguntan, entre asombrados e indignados- si es la Iglesia quien mejor da esperanza en estas dramáticas circunstancias? ¡No es posible! ¡Tezanos ha demostrado sobradas veces que es un manipulador!

En fin, creo que es necesario hacer una clara distinción. Lo del apoyo de la población al gobierno, así como lo de que la mayoría desee censurar a los que lo critican, me parece de traca y una tomadura de pelo. Muy propio de ese simpático ancianito, de socialista carnet, que rige los destinos/desatinos del C.I.S. 

Pero lo de la bajada del número de católicos no es una malicia, sino que desgraciadamente creo que obedece a la realidad. Y que además la curva se desplome precisamente en estos dos meses de muerte, es -diría yo- perfectamente explicable.   

Siento ser tan pesimista, pero sinceramente -como ya he dicho en algún comentario anterior- creo que nuestros obispos han perdido una oportunidad única de revitalizar la fe moribunda de muchos españoles.

No sólo eso. Además creo que esa actitud va a pasar factura y perjudicar en el futuro a la Iglesia. Si en estas circunstancias, la acción de la Iglesia se ha limitado a encerrarse y rezar, cuando vuelva la normalidad los únicos que pasarán como héroes serán los sanitarios, los policías, las limpiadoras o los trabajadores de supermercados. Ningún sacerdote u obispo desde luego.

Comprendo que era muy difícil tomar una decisión en estas circunstancias, pero la historia de la Iglesia ante epidemias y tragedias colectivas era un buen referente: salir a evangelizar, a sanar -si no física sí espiritualmente- a los enfermos y asumir las consecuencias con heroísmo. En el pasado, ante las tragedias huían todos salvo la Iglesia; hoy vemos a muchos héroes civiles -desde sanitarios a cajeras de supermercado- pero a ningún sacerdote.

Se ha optado, por el contrario, por la invisibilidad. Se dan motivos extraños a la práctica eclesial, alegando que el pasado no se seguían criterios científicos, como si la ciencia impidiera visibilizar la salvación de los sacramentos o la predicación de la esperanza de la fe.

En este aspecto, aunque parezca increíble, yo sí doy crédito a la encuesta de este individuo tan poco creíble. Esto no es que pase factura ahora; es que la pasará en futuro, si es que lo hay.

martes, 14 de abril de 2020

Un hito más en la protestantizacion de la Iglesia Catolica (con un apéndice bufo).

La religión católica se caracteriza esencialmente por su carácter sacramental, es decir, requiere signos sensibles -el agua, el pan, el vino, el óleo o la bendición de un sacerdote ante el que confiesas los pecados- para vivificar espiritualmente al cristiano.

Es como la comida espiritual si la cual no podemos estar sanos espiritualmente. Sin embargo los supermercados están abiertos y las iglesias no.

Si fuéramos protestantes ese debate no existiría. Ellos no necesitan sacramentos pues dicen que les basta la fe y rezar se puede hacer en cualquier sitio. Pero nosotros si los necesitamos.

Parece toda esta pesadilla como un hito más en la protestantización de la Iglesia. 

APÉNDICE BUFO:

Como los católicos somos seres sobrenaturales en el sentido que aceptamos como nadie los mayores insultos con la mayor pasividad, un obispo de la Iglesia Católica que peregrina en Alemania (Mons. Wilmer)  ha criticado hoy la obsesión de los católicos por no poder acceder al Santo Sacramento por excelencia, afirmando "que está sobrevalorado como si no hubiera nada más" (sic).

Como es imposible acceder al otro gran sacramento católico -la confesión-, me voy a morder la lengua y paralizar la pluma para no decir lo que pienso de ese obispo, que sin duda sería materia de confesión sacramental. 

sábado, 11 de abril de 2020

Profanacion de la liturgia del Viernes Santo en Granada.

Obispo Ambrosio Imágenes De Stock & Obispo Ambrosio Fotos De Stock ...

Ayer en Granada, en su maravillosa Catedral, la policía profanó la liturgia del Viernes Santo, obligando al Arzobispo a cancelarla, pese a que apenas veinte fieles -y debidamente separados-, asistían a los oficios. El pueblo, con el arzobispo al frente, obedeció, y tras administrarse la comunión, todos abandonaron el templo.  Nadie protestó, nadie recordó que las normas excepcionales de este infame gobierno permitían, pese a todo, los actos en las  iglesias con la debida separación de los fieles, y menos aún que se estaban violando derechos reconocidos en la Constitución y en la Carta Universal de los Derechos Humanos.

El Arzobispo señaló que la policía sancionaría a los que permanecieran allí, y por eso suspendió la sublime liturgia. Y yo me pregunto por qué nadie dijo entonces -aun a riego de chocar con la "prudencia" del Arzobispo- que si la consecuencia de no cancelarla era una multa -y obviamente recurrible con éxito, dado que no se violaba ninguna ley ni decreto con esa celebración-, que se continuase la misma, y que a la salida se identificasen todos (los fieles, con el Arzobispo al frente, para ser multados administrativamente, y los policías para asumir las consecuencias penales de su prevaricación, por atentar contra los derechos fundamentales de las personas). 

En fin, Viernes Santo. Nuestro Señor muriendo en una cruz, y sus discípulos actuales huyendo ante el peligro. Nada nuevo bajo el sol.

Pasó aquella época en la que San Ambrosio se ponía delante de sus fieles frente al emperador arriano para impedir que se profanase la liturgia. Es obvio que hoy muy pocos tienen (tenemos) madera de mártires. Verdaderamente se parecen estos tiempos a aquellos advertidos por el Señor, tiempos donde se pondrá en peligro hasta la salvación de los elegidos y en los que, cuando volviese el Señor, no encontraría fe sólida en sus fieles. Aquellos se jugaban la vida, nosotros el bolsillo con una multa.

Los Viernes Santos, a medida que decrece año tras año el vigor de la fe, cada vez se parecen más a aquel primero de la historia. Y llegará el momento en que la identificación será absoluta, en la que TODA la Iglesia sufra como el Señor (y sabemos cómo sufrió), porque no en vano dijo una vez que si a El le habían perseguido, también a sus fieles les perseguirán.

Y no nos consolemos, creyendo que eso que dijo era algo abstracto o metafórico. No, era una profecía y -probablemente- aplicada a los tiempos que viviremos muy pronto.

NOTA ADICIONAL:

Pienso si los católicos no hemos perdido una oportunidad única ( y quizás última) de evangelizar. Me explico. Al salir las normas restrictivas de derechos del gobierno (pero que con sentido común no afectaban a un derecho fundamental como la libertad religiosa, ya que el estado de alarma no es un estado de excepción, donde si se puede restringir ese derecho fundamental), la actitud de los obispos mayoritariamente fue cerrar las Iglesias. Pero si todos a una hubieran dicho que las Iglesias permanecerían abiertas incluso más tiempo del habitual, pero eso si, obedeciendo las reglas sanitarias impuestas por el gobierno (asistencia gradual, separación de fieles....), y que, además, el Santísimo se  sacaría de la capilla lateral donde se colocó hace tiempo, y volvería al Altar Principal, ¿no estarían hoy las iglesias, si no llenas, sí con bastantes fieles?

Es verdad que algunos saldrían de sus casas solo con la mera excusa de sortear el confinamiento, sí, pero incluso en ese caso, esos acabarían delante del Señor en la Iglesia, y ante el Señor ¿cuantas conversiones no se producirían?

Ahí lo dejo.

jueves, 9 de abril de 2020

Un cuento muy gracioso

Surtido de palomitas -que es producto fundamental, adquirido en el mercadona de la esquina- y convencido por la propaganda unívoca de las televisiones que "entre todos superamos esto, y si es con humor mucho mejor", me dispongo a pasar una desternillante velada junto al televisor, con mi mujer y mis hijos. Como todos estamos jodidos por el confinamiento, agradezco a la izquierda tan generosa que nos regale algo para divertirnos en la televisión que pagamos todos; una serie titulada "Diarios de la cuarentena".

Es cierto que a veces pienso que si esta crisis hubiera sucedido con un gobierno, digamos, de derechas, la izquierda no estaría tan divertida, sino que directamente montaría una revolución (primero analógica, luego digital y finalmente real) y sus televisiones, en vez de obsequiarnos con una serie de ingeniosísimo humor patrio, nos estarían animando a llevar nuestro cabreo hasta el paroxismo, máxime si a algún ingenuo directivo de TV se le hubiera ocurrido hacer una serie cómica en estas circunstancias (casi quince mil muertos a día de hoy). Pero en fin, no seamos agoreros. Como dijo aquél: "lejos de nosotros la funesta manía del pensar".    

Y me convenzo así, de que la derecha no tiene sentido del humor. En consecuencia, como digo, me allano en el sofá con mi familia para pasármelo de fábula.

Entre carcajadas y palomitas -qué guionistas más buenos tienen estos progres- voy entremezclando -de vez en cuanto- alguna tos seca, una incómoda carraspera a la que no doy mayor importancia. También noto un extraño dolor muscular y al cabo de unos minutos -cuando mejor está el capítulo- empiezo a estremecerme con sudores fríos, y llego a la conclusión de que tengo fiebre. Como son cada vez más frecuentes mis toses y mis tembleques, mi mujer deja de un lado las palomitas, se levanta -¡joder, qué gag de Carlos Bardem se acaba de perder!- y me trae un termómetro, que confirma lo peor: tengo treinta y ocho con ocho de fiebre. Encima comienza una leve -pero preocupante- sensación de asfixia.

Uno de mis hijos, al que más le gusta navegar por internet, se acuerda que todos esos síntomas son indicio de la palabra maldita en España, pero como aún carece de la prudencia de la senectud, la pronuncia desaforadamente, y al instante -como si me hubiera convertido en un alacrán amenazante- se apartan todos de mi lado, entre gritos, y derramando sus palomitas por el parket.   

"Hay que llamar a urgencias", se repite por todos los lados, y así lo hago. Me coge el teléfono una señorita que lo primero que hace es preguntarme por mi edad, y al enterarse de que acabo de cumplir el décimo lustro, me dice que no pueden desplazarme al hospital -y que ni se me ocurra acercarme allí, pese a que está tan cerca como el mercadona-, y que mucho paracetamol en casa. Que si me pongo peor -"¿peor que como me siento ahora?"- vuelva a llamar. Mi mujer y mis hijos, a varios metros de distancia, se ponen las mascarillas, mientras los gags graciosísimos de la serie siguen deleitando a todos los españoles.

Esto va a peor, mi fiebre ya no cabe en el termómetro, y ya casi no puedo respirar. Entonces, mi hijo experto en internet me dice que ahora sí es el momento de llamar para que me recoja una ambulancia. Y así lo hace él porque yo prácticamente no soy capaz de pronunciar palabra.

Viene la ambulancia, me van colocando cachivaches en torno a mi cuerpo, me sacan de mi casa en una camilla y me meten en el vehículo, mientras una imagen grotesca -y siniestra- , de una película mítica de la TVE pasa por mi cabeza: López Vázquez encerrado en una cabina. Ni me da tiempo de despedirme de mi mujer y mis hijos.

Llego al hospital, y entre camillas, enfermos -la mayoría ancianos en estado agónico- y médicos y enfermeras, cuyas mascarillas no impiden percibir sus rostros de impotencia, me meten en un habitáculo, rodeado de desahuciados, pero ni me entuban -no tienen instrumentos para hacerlo-, y me dejan sedado en una esquina. De vez en cuando se oye un pitido constante, y entonces se acerca un doctor, y cubre con la sábana la cabeza del desdichado que tengo a mi lado.

La combinación de la asfixia y la sedación me causa efectos extraños, una mezcla rarísima de cielo e infierno, y entonces -por primera vez- siento pánico a morir y me pongo a rezar. Pero no puedo abrir mi alma al Altísimo, los gags de la serie de TV se me revuelven una y otra vez por la cabeza, y sólo me permiten concentrarme en un pensamiento diferente: que me moriré solo, que días después me incinerarán y que le entregarán a mi mujer y a mis hijos -tras un laberinto burocrático- unas cenizas que probablemente sean las del anciano que acaba de palmarla a mi lado. Y que el Ministro de Sanidad incrementará en un número más el listado diario de víctimas (quizás ni eso, porque no me han hecho la prueba de si tenía o no esa famosa enfermedad), mientras habla de tendencia decreciente y de optimismo moderado.

No sé si es porque los efectos del sedante han decaído -y el médico se ha olvidado de mí, sólo viene para cubrir las cabezas de los que van muriendo-, o porque mi lucidez se impone, sólo siendo asfixia, dolor, horror, soledad...y por vez primera, un cabreo descomunal, que parece absorber los demás síntomas. Y todo, mientras revolotean por mi cabeza los gags de esa serie tan graciosa, hecha para que los españoles lo pasásemos pipa mientras se llenan de agonizantes los hospitales, y de cadáveres las morgues y los pabellones de patinaje sobre hielo.       



    

sábado, 4 de abril de 2020

Ha vuelto a suceder.

Hace un tiempo hice un comentario en mi blog acerca de unas desafortunadísimas palabras del Santo Padre de Roma, negando que la Bienaventurada Virgen María fuera "corredendora con Cristo".


Ayer volvió a suceder. Un Viernes de Dolores para mayor inri. El Papa Francisco negó abiertamente una verdad en la que creemos los católicos, de acuerdo a las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Sentido de la Fe del pueblo cristiano.


Entonces, escribía yo:


"La Biblia, la Tradición y la Sentido de la Fe de los cristianos sí presentan a la Bienaventurada Virgen María como corredentora. Porque sí Jesucristo, con su pasión en el calvario, nos dio la definitiva Gracia de la Redención, María, al pie de la cruz, con su com-pasión, se asoció a la pasión de su Hijo, y por tanto es corredentora. No cuasi-redentora o con una redención autónoma a su Hijo, sino unida a Jesús en un mismo corazón destrozado por el amor a cada uno de nosotros.


Porque al igual que a su Hijo una lanza le abrió el pecho, y de ahí brotó nuestra Salud, una espada de dolor atravesó el pecho de la madre (Lc. 2,35), uniéndose de este modo indisoluble el corazón roto del Hijo y el corazón roto de su madre. Por eso, legítima y bíblicamente decimos los católicos que María es corredentora".


Parece que como esta verdad de la fe católica, creída unánimemente por los cristianos, no tiene la autoridad de definición "ex Cathedra", la persona que hoy ejerce de Papa (el cardenal Bergoglio) piensa que puede negarla sin mayores consecuencias Sin embargo, comete un error mayúsculo. No tanto como Cardenal Bergoglio, sino como Papa Francisco.


Dejando de lado que es una verdad en la que creemos firmemente los católicos de acuerdo a a la Biblia, la tradición y nuestro sentido de la fe (como dije), y que negarse por un Papa desconcierta e incluso ofende al pueblo cristiano, sólo por mera prudencia o por sentido de su grave misión como Vicario de Cristo, el Papa no puede negar (y además de manera poco elegante, usando los términos burlescos del protestantismo, como "cuasiredentora") una verdad que tiene probabilidades que un sucesor suyo pueda definir "ex catedra". Si él, personalmente como sacerdote y teólogo no cree en ella, perfecto. Pero al menos que se calle como Papa.

Ya no se trata de cómo quedaría él personalmente ante la historia si un sucesor suyo lo definiera como dogma (eso es lo de menos); el problema es cómo quedaría el prestigio del Papado y sus prerrogativas. Y eso sí es gravísimo.

Ojalá cuanto antes comience a pensar y a sentir como Papa. Porque esos errores, derivados de no diferenciar su cargo de sus ideas, afectan al corazón del catolicismo. Pero me da la sensación de que pedir eso, como dijo Sancho Panza a Don Quijote, es "como echar agua en el mar" .


jueves, 2 de abril de 2020

El único fundamento de la igual dignidad del hombre y la mujer. Y no hay otro.


Desde el punto y hora que la Biblia, cuando narra la creación del hombre, dice:

"Creó, pues, Dios al hombre a su imagen, a semejanza de Dios los creó;

macho y hembra los creó" (Gen. 1,27),

la igualdad radical en la máxima dignidad de una criatura creada queda establecida de una manera definitiva y para siempre.

Invito a quien quiera, que me saque un texto de la antigüedad y de cualquier civilización (o de cualquier época) donde diga algo tan definitivo (y con ese marchamo de divina autoridad) por la igualdad esencial de ambos sexos. No lo encontrarán, porque ese texto es obra de Dios y no de ningún hombre.

Que luego (Gen. 2) la Biblia establezca un modo diferente y sucesivo de creación del hombre y la mujer en nada afecta a esa igualdad radical del hombre; más bien lo hace para destacar algo también fundamental: la diferencia natural entre ambos sexos y su complementariedad (y de alguna manera, para anticiparse muchos siglos antes a advertirnos del tremendo error de la ideología de género y del feminismo radical).  

El hecho decisivo que establece la separación violenta, la opresión de un sexo por el otro, la perpetua lucha de sexos, y la consideración a lo largo de la historia humana de la naturaleza inferior del sexo femenino es algo muy concreto, que se dio al principio, y que despliega su mal por la historia: el pecado original, y sus deletéreas consecuencias a lo largo de la existencia humana. Y que dañó la razón y la hizo errar en la ciencia; de ahí la convicción de la obligada sumisión de un sexo, considerado inferior, como el femenino.     

Es la Gracia de Cristo la que nos libera de esa maldición. Luego sólo quien vive en el pecado puede oprimir a una mujer o meramente considerarla un ser inferior o imperfecto. Por tanto, ningún cristiano puede ampararse en texto alguno de teólogo (generalmente desinformado por la deficiente ciencia natural de su época) o de las mismas Escrituras para dominar a otro ser humano por razón de su sexo. Estaría pecando, es decir, violando la ley eterna que Nuestro Padre Eterno nos dejó, con impresionante sencillez, en ese versículo eterno de Gen. 1, 27.