sábado, 25 de abril de 2020
La eutanasia a la fuerza.
"Os echarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios" (Jn. 16,2).
Hace unos años, en 1985, un verdadero profeta de nuestro tiempo, el teólogo italiano Romano Amerio escribió uno de los tratados más lúcidos sobre la deriva de la Iglesia Católica tras el Concilio, y una de sus ideas cruciales era la anteposición de lo que él llamaba el "cristianismo secundario" (antropocéntrico, inmanentista y mundano), frente al cristianismo de siempre, radicalmente teocéntrico, cuya base es la salvación por Cristo, con Cristo y en Cristo, más allá del mundo, cuya figura pasará. Ese libro luminoso se titula "Iota Unum".
Olvidar lo principal por lo secundario no sale gratis. Lo paradójico de haber olvidado la esencia de nuestra fe o haberla diluido en un humanismo radical se percibe con claridad en la tragedia de esa anciana holandesa: los parientes que la asesinaron lo hicieron por motivos humanitarios.
En efecto, convencidos de que hacían un bien, pese a la oposición de la mujer, a la que tuvieron que agarrar para que un médico (es un decir) la salvase de sí misma, matándola.
Mirando al futuro que nos espera (en este ambiente de muerte -sobre todo de ancianos- por el virus que se importó de China), saco una conclusión teológica: por motivos humanitarios se nos perseguirá a los cristianos que no aceptamos que el hombre sustituya a Cristo, que su Buena Noticia se cubra de los excrementos del hombre divinizado.
Sí, he dicho correctamente: por motivos humanitarios, no por maldad. No invento nada, pues se cumplirá lo que ya profetizó el Señor cuando explicó que los que nos perseguirían pensarán estar haciendo un servicio a Dios. Antaño fueron los judíos, que estaban convencidos de que los cristianos eran los peores herejes por divinizar a un crucificado; luego siguieron los paganos, que creyeron que los dioses del panteón pagano habían retirado su favor a Roma por culpa del "ateo y antropofágico" culto cristiano. Y en los últimos tiempos, serán los propios cristianos -si es que les queda algo de nuestra fe- los que en nombre de misericordia cristiana, nos "misericordien".
Y lo harán, llevando en el corazón al Dios deformado por un humanismo que justifica asesinar por motivos humanitarios. Llevarán, no a Cristo, sino una parodia diabólica de Cristo.
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