miércoles, 30 de octubre de 2019
Una chica de Podemos se burla de un crucifijo
Sabela Rodríguez, representante de ‘Rebeldía’, las juventudes de Podemos, robó un crucifijo del Colegio Mayor madrileño Moncloa para luego fotografiarse con él dado la vuelta y mofarse de su ‘hazaña’ en redes sociales.
Cristo vive y Cristo reina. Me lo acaba de demostrar esa chica.
Aunque la Iglesia Católica se esté hundiendo entre cobardías e idolatrías, la figura imponente de un crucificado -por pequeño y desgarbado que sea- sigue radicalmente interpelando y dividiendo al mundo, entre el bien y el mal. En uno de los más lúcidos párrafos de la "Lumen Gentium" del Concilio Vaticano II se lee: "Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como una lucha -y por cierto dramática- entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas". Definitivamente, el demonio -y sus siervos- no pueden vivir sin Él. Le necesitan. Ahora para seguir crucificándole (pero no por mucho tiempo). Algún día, para ser juzgados por Él.
Hoy voy a la Santa Misa porque hace cinco años murió mi padre. Rezaré como es normal por él. Y también me acordaré y rezaré por esa mujer.
martes, 29 de octubre de 2019
La tierra, secundaria labor de un cristiano
La tierra es una sublime obra del Creador, y nos la ha dado el Señor para que usemos racionalmente de sus recursos y los administremos con justicia; para que podamos, con los múltiples frutos que ella nos da, sustentar y proteger nuestro cuerpo, sostener biológicamente nuestra vida, y, finalmente, para que recoja con un inmenso abrazo el despojo de nuestro cuerpo muerto. Nosotros la maltratamos, pero ella, cuando nadie quiere acercarse a nuestro cuerpo hediondo, nos recoge con dulzura y nos guarda hasta el día en que resucite nuestra carne.
La tierra es muy importante, sí, pero no es lo principal para un cristiano; es más, en el orden de las prioridades es absolutamente secundaria. La principal tarea de un cristiano es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, y con ello -unido a la caridad de Cristo- salvar su alma.
"La ciencia más acabada
es hacer que el hombre en gracia acabe,
pues al final de la jornada
el que se salva, sabe
y el que no, no sabe nada!"
viernes, 25 de octubre de 2019
Ezequiel 14
Unos jefes de Israel vinieron a visitarme, y se sentaron frente a mí. Entonces el Señor me dirigió la palabra: «Hijo de hombre, estas personas han hecho de su corazón un altar de ídolos, y a su paso han colocado trampas que los hacen pecar. ¿Cómo voy a permitir que me consulten? Por tanto, habla con ellos y adviérteles que así dice el Señor omnipotente: “A todo israelita que haya hecho de su corazón un altar de ídolos, y que después de haber colocado a su paso trampas que lo hagan pecar consulte al profeta, yo el Señor le responderé según la multitud de sus ídolos. Así cautivaré el corazón de los israelitas que por causa de todos esos ídolos se hayan alejado de mí”.
»Por tanto, adviértele al pueblo de Israel que así dice el Señor omnipotente: “¡Arrepiéntanse! Apártense de una vez por todas de su idolatría y de toda práctica repugnante”. Yo seré quien le responda a todo israelita o inmigrante que resida en Israel y que se haya alejado de mí: al que haya hecho de su corazón un altar de ídolos, o haya colocado ante sí trampas que lo hayan hecho pecar, y luego haya acudido al profeta para consultarme. Me enfrentaré a él, y de él haré una señal de escarmiento, y lo extirparé de mi pueblo. Así sabrán que yo soy el Señor
(Ez. 14).
jueves, 24 de octubre de 2019
martes, 22 de octubre de 2019
jueves, 17 de octubre de 2019
Estatua indígena al pie del altar de iglesia romana
Desde mi conversión, he visto a la Iglesia Católica como el mayor depósito de Verdad, de Bien y de Belleza que ha tenido, que tiene y que tendrá la humanidad.
Y no es la Belleza lo menos importante, porque a través de ella tenemos un camino privilegiado hacia el Bien y hacia la Verdad.
Por eso, esa deriva hacia lo grotesco y lo feo -delante del Altar donde se sacrifica a Cristo- no sólo destruye la Belleza de Cristo, sino que también deforma la Verdad y el Bien, por la primacía del ídolo frente al ara santa. Y decir encima que esa talla representa a la vida, es un insulto a quien murió por nosotros para que "tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia" (Jn. 10,10).
En fin, es más que un despropósito. Es horrorosamente feo.
POSTDATA del 21/10/19: Un heroico ciudadano romano ha entrado en el templo, y tras arrodillarse ante el Señor, ha cogido los objetos inmundos, ha salido de la iglesia y al llegar al Tiber, en el Puente de los Ángeles, los ha ido arrojando uno a uno al río.
Dejo el enlace: https://youtu.be/xoB_gjuZgf8
Un portavoz del Vaticano -que, imagino, jamás habrá leído la Biblia, ni habrá oído relatos sobre las acciones de los judíos celosos frente a la idolatría- ha calificado su acción de "bravuconada".
Que Ezequías, Josías, Zorobabel y los Macabeos premien al primero, y que caiga su justa indignación sobre el segundo.
Y no es la Belleza lo menos importante, porque a través de ella tenemos un camino privilegiado hacia el Bien y hacia la Verdad.
Por eso, esa deriva hacia lo grotesco y lo feo -delante del Altar donde se sacrifica a Cristo- no sólo destruye la Belleza de Cristo, sino que también deforma la Verdad y el Bien, por la primacía del ídolo frente al ara santa. Y decir encima que esa talla representa a la vida, es un insulto a quien murió por nosotros para que "tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia" (Jn. 10,10).
En fin, es más que un despropósito. Es horrorosamente feo.
POSTDATA del 21/10/19: Un heroico ciudadano romano ha entrado en el templo, y tras arrodillarse ante el Señor, ha cogido los objetos inmundos, ha salido de la iglesia y al llegar al Tiber, en el Puente de los Ángeles, los ha ido arrojando uno a uno al río.
Dejo el enlace: https://youtu.be/xoB_gjuZgf8
Un portavoz del Vaticano -que, imagino, jamás habrá leído la Biblia, ni habrá oído relatos sobre las acciones de los judíos celosos frente a la idolatría- ha calificado su acción de "bravuconada".
Que Ezequías, Josías, Zorobabel y los Macabeos premien al primero, y que caiga su justa indignación sobre el segundo.
domingo, 13 de octubre de 2019
60 millones de fetos asesinados en India por ser hembra.
"El hombre fue creado a imagen de Dios, a su semejanza; varón y mujer los creo".
¿Cuantos siglos hace que Dios inspiró esos versículos? Frente a las tinieblas que van cubriendo el mundo, la inmensa e identica dignidad del hombre y de la mujer es una luz que ni paganos, ni ateos, ni supersticiosos ni bárbaros, ni siquiera malos cristianos podrán destruir.
viernes, 11 de octubre de 2019
El cambio climático preocupa al Papa
Papa Francisco: “El
mundo está al borde del suicidio por el cambio climático”
A mi juicio, el Santo Padre ha mezclado la causa y el efecto.
Si el mundo está al borde del suicidio lo es por el pecado, porque hemos
abandonado la Verdad y nos hemos vuelto a las fábulas como profetizó San Pablo
en 2 Tim. 4,3-4.
Lo más grave es que -como añade San Pablo para una época
calcada a la nuestra- "en los
postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí
mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los
padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores,
intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos,
infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de
piedad, pero negarán la eficacia de ella"(2 Timoteo 3, 1-5).
Ese es el problema. El
cambio climático es una consecuencia más -y no la más grave desde luego- del
pecado del hombre. Pero con ser muy serio, la consecuencia más tremenda no será
que suba dos grados la temperatura del planeta, sino que se rebaje una mera
milésima de grado la paciencia de Dios ante nuestras rebeldías.
Ante eso, el cambio
climático nos parecerá unas vacaciones en el Caribe
jueves, 10 de octubre de 2019
Antígona y Creonte
El carácter de "res sacra" de los cadáveres enterrados en sitio sagrado, es algo que traspasa la religión cristiana, y es prácticamente una certeza de cualquier cultura humana.
He recordado estos días la inmortal obra de Sófocles, "Antígona", en la que tras denegarle Creonte la inhumación del cadáver de su hermano Policines (por haber sido traidor a la patria), ella desobedece y procede a darle sepultura, aunque ello le cueste la vida. Hoy vemos a la desobediente Antígona como un ejemplo, y al fiel cumplidor de la ley que era Creonte como un villano.
Y es una obra del siglo V A.C. Nada hay nuevo bajo el sol, el pecado original sigue haciendo estragos, y la humanidad y la civilización, en muchos sentidos, retrocede ante la barbarie.
He recordado estos días la inmortal obra de Sófocles, "Antígona", en la que tras denegarle Creonte la inhumación del cadáver de su hermano Policines (por haber sido traidor a la patria), ella desobedece y procede a darle sepultura, aunque ello le cueste la vida. Hoy vemos a la desobediente Antígona como un ejemplo, y al fiel cumplidor de la ley que era Creonte como un villano.
Y es una obra del siglo V A.C. Nada hay nuevo bajo el sol, el pecado original sigue haciendo estragos, y la humanidad y la civilización, en muchos sentidos, retrocede ante la barbarie.
miércoles, 9 de octubre de 2019
Los cambios de doctrina prueban la decadencia de la fe
¿No se está afirmando -una vez más- un cambio de doctrina? Y
cada vez con más escasos intervalos temporales (la Familiaris Consorcio es de 1.981, la Amoris laetitia es de hace nada).
Comenzamos primero con la eclesiología (cómo concebir la
Iglesia en el mundo ante los poderes terrenales, y ante las otras -y falsas-
religiones).
Luego se cambió la liturgia (por interés ecuménico, la
claridad evidentísima del "sacrificio" no debía presentarse con la
misma rotundidad).
Continuamos ahora con la moral -con la familia, la
institución predilecta del ataque del demonio- y en relación con esto, la
consideración acerca del pecado mortal, afectando directamente a la doctrina y
disciplina de los sacramentos.
¿Dónde llegaremos? A mi juicio es un camino irreversible,
cuesta abajo (una decadencia social y moral, y como se ha dicho por alguien,
también intelectual). Pero sobre todo una decadencia de la solidez de la fe, tal
y como ha sido concebida desde siempre. Una fe blanda, ñoña, sensiblera, a años
luz de la solidez del edificio que con la razón y el corazón asumieron tantas
generaciones de cristianos. Y algunos seguimos asumiendo.
Me pregunto - y tiemblo de pensarlo- si esta deriva -esa
decadencia- acabará afectando a los aspectos más "intocables" del
dogma como la cristología, la fe en la plenitud de la divinidad y humanidad del
Señor. Si nos fijamos, es el gran obstáculo para una religión universal,
asumible para todo tipo de sensibilidades: Jesús, uno más del panteón de
grandes hombres, que merecen ser divinizados. ¿no es ese el destino/desatino al
que vamos a marchas forzadas, al que nos llevan?
Decir esto hoy nos parece ciencia ficción a nosotros, que
moriríamos por impedir algo así. Pero ¿Y a las próximas generaciones de
cristianos? Tiemblo de pensarlo.
Yo sólo espero que el Señor me lleve con Él antes de ver ese
día.
martes, 8 de octubre de 2019
Fascismo y comunismo
Ambas son definitivamente ideologías del demonio. Pero el
demonio, de malo que es, está en guerra con todo, incluso consigo mismo. Y el
comunismo ha derrotado al fascismo, seguramente a su pesar.
Lo curioso es el auge actual del utopismo izquierdista
radical (comunismo de toda la vida, aunque con nuevos nombres y derivaciones),
pese al hundimiento estrepitoso por la pura lógica histórica (por un fracaso
humano absoluto) de los regímenes del Este.
Esa misma lógica histórica hubiera mandado hoy al comunismo
de cabeza al basurero de las ideologías criminales de la historia, pero no ha
sucedido así curiosamente. A mi juicio, ese renacimiento -como la cabeza del
monstruo del Apocalipsis que revive una vez muerta- sólo puede tener un origen preternatural
(en Garabandal se anunció una nueva ola de comunismo).
No vale la pena de que busquemos causas humanas. Son
irrelevantes ante el gran conflicto de todos los tiempos, y ante el que
dramáticamente debemos decidir: O Cristo o el mundo.
viernes, 4 de octubre de 2019
Un juez británico sentencia que Gen. 1,27 es contrario a la dignidad humana
NOTICIA de InfoCatólica. El fallo declara que «la creencia en Génesis 1:27, la falta de creencia en el transgénero y la objeción de conciencia al transgénero en nuestro juicio son incompatibles con la dignidad humana y entran en conflicto con los derechos fundamentales de los demás, específicamente de las personas transgénero». El versículo en cuestión es «Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó».
Sólo en la Biblia ha encontrado el hombre occidental una solidísima justificación de su intrínseca dignidad humana. Sólo en ella, y reto a quien quiera a que me dé otra alternativa:
Primero, porque la Biblia ha concebido al ser humano como hecho, nada más y nada menos, que "a imagen y semejanza de Dios".
Segundo, indicándole una relación admirable de sus deberes para con Dios y para con el prójimo, como son los diez mandamientos, base de la felicidad social, familiar e individual.
Tercero -y más importante- porque sólo a través de Cristo, el hombre tiene la oportunidad de elevar su ya impresionante dignidad humana, hacia la categoría sublime de "hijo de Dios".
Que venga ahora un mierda -disculpen, no se me ocurre otra palabra- a cuestionar y a ciscarse en nombre de las aberrantes ideologías de los últimos quince años todo el caudal de dignidad y civilización que la Biblia ha propiciado es terrible.
Pero tranquilos: "De Dios no se burla nadie".
Sólo en la Biblia ha encontrado el hombre occidental una solidísima justificación de su intrínseca dignidad humana. Sólo en ella, y reto a quien quiera a que me dé otra alternativa:
Primero, porque la Biblia ha concebido al ser humano como hecho, nada más y nada menos, que "a imagen y semejanza de Dios".
Segundo, indicándole una relación admirable de sus deberes para con Dios y para con el prójimo, como son los diez mandamientos, base de la felicidad social, familiar e individual.
Tercero -y más importante- porque sólo a través de Cristo, el hombre tiene la oportunidad de elevar su ya impresionante dignidad humana, hacia la categoría sublime de "hijo de Dios".
Que venga ahora un mierda -disculpen, no se me ocurre otra palabra- a cuestionar y a ciscarse en nombre de las aberrantes ideologías de los últimos quince años todo el caudal de dignidad y civilización que la Biblia ha propiciado es terrible.
Pero tranquilos: "De Dios no se burla nadie".
jueves, 3 de octubre de 2019
Siete reflexiones sobre el final de los tiempos
SIETE reflexiones
sobre el final de los tiempos
1.- NUESTRO DESTINO EN MANOS DE DIOS
A veces me pregunto hasta qué punto nuestros deseos
fervorosos de "salvar" a la Iglesia de sus enemigos no son finalmente
pólvora húmeda. Porque veo que los enemigos de la Iglesia crecen más -y más
eficazmente- que los medios humildes que ponemos para contrarrestarlos. Tengo
la impresión que estamos condenados finalmente, como decía el profeta Sofonías,
a ser "un pequeño resto fiel que
invocará el nombre del Señor" (Sof. 3,12). O quizás ni eso. ¿Seremos
capaces –lo seré yo- de aguantar las horrorosas pruebas que van a sobrevenir? Pruebas
que “si no se acortasen esos días nadie
se salvaría” (Mt. 24,22). Pruebas
–como decía San Agustín- más duras que las que vivieron nuestros hermanos del
pasado, que luchaban contra emperadores –hombres en el fondo-, pero nosotros
deberemos luchar contra el auténtico y genuino vicario de Satanás, el
Anticristo. Pruebas, en definitiva, más tremendas que los primeros seguidores
de Jesús, que aunque conocían la maldad de los fariseos, tenían claro lo dicho
por su maestro: ”Haced y guardad lo que
os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen” (Mt. 23,3). Pero tal será el desorden doctrinal, la
ceguera de los guías cristianos de
nuestro tiempo, que no sólo no deberemos hacer lo que hacen sino incluso no
guardar lo que nos digan. Porque como avisó Nuestra Madre María en las apariciones
de Garabandal (1.965) “Muchos sacerdotes,
obispos y cardenales van por el camino de la perdición y arrastran con ellos a
muchos fieles”.
De lo que estamos seguros -porque nos lo dice la Biblia- es de
que, en un primer momento, la Iglesia no triunfará en la tierra, y sí lo hará
la apostasía (Mt. 24,10-13). Pero que el mismo Jesús –Ap. 19, 11 y ss.- pondrá
fin a tal horror, inagurando –según unos- el “reino de los mil años” o –según
otros- el juicio final (me decanto más por lo primero).
La verdad es que siempre me ha parecido mero orgullo la
creencia de cada generación de estar viviendo los momentos más decisivos de la
historia de la Iglesia, pero creo que hay indicios objetivos para pensar que
será nuestra generación la que contemple el desenlace brutal de esa -de
momento- adormecida apostasía que parece invadir todo, cuya raíz y fundamento
es la sustitución de la adoración de Dios por la del hombre. Como dice Pablo,
en II Tesalonicenses, quien ocupará sacrílegamente el trono de Dios, quien se
hará pasar por Él, será un “hombre impío” (II. Tes. 2,4). La grotesca profecía
que el Demonio hizo a Eva –“seréis como dioses” (con minúsculas) (Gen. 3,5)
adquirirá en nuestro tiempo exacto cumplimiento.
En definitiva, la sensación de época terminal cada vez la
vivo con más convicción. Y creo que es un sentimiento generalizado en buena
parte de la Iglesia. Aunque no les gustasen al beato Juan XXIII, creo que los
"profetas de calamidades" preveyeron lúcidamente lo que iba a
suceder.
Ojalá me equivoque.
2º.- LA BIBLIA NOS EXIGE ESTAR ATENTOS
Según una encuesta, un 15% de
norteamericanos cree que el fin del mundo se producirá, de conformidad con las
profecías mayas en 2.012. Bueno, yo no creo que ese 15% vaya muy desencaminado
(en cuanto a la cercanía de la fecha, no en cuanto al año concreto), pero no
por lo que digan los mayas. Los cristianos tenemos otras fuentes: primero las
Escrituras como el Apocalipsis, los textos apocalípticos de II Tesalonicenses o
el Libro de Daniel; segundo, las Apariciones marianas a videntes,
aprobadas o no explícitamente por la Iglesia, que inciden en lo mismo, en el
final de un época (ojo, no del mundo, lo que vendrá después de esta época es
una incógnita) y tercero, los profetas, los verdaderos profetas, no los
falsos profetas, esos “insensatos que
siguen su propio espíritu y no ven nada” (Ez. 13,3), “que han engañado a mi pueblo asegurándole paz, cuando no había paz” (Ez.
13,10), esos “guías ciegos” (Mt.
23,24), esos “pastores que dejan perecer
y dispersarse al rebaño de mi pasto, dice
Yavhé” (Jer. 23,1).
En cuanto al concepto de cercanía, la
Biblia claramente excluye estas especulaciones curiosas (Hch. 1,7), pero obliga
asimismo a "escrutar el signo de los
tiempos" (Mt. 16,3). Pienso que cualquier cristiano de cualquier época
debe llevar en sus labios permanentemente el "¡Ven, Señor Jesús!" (Ap. 22,20), pero si además hay indicios
de que hechos trascendentales y absolutamente únicos en la historia humana
pueden suceder en esta generación -los hay y muy poderosos-, si hemos tenido la
"suerte" o "desdicha" (según se mire) de vivir en este
tiempo, probablemente seamos testigos de un cambio como no conoció jamás el
mundo.
Y tranquilos. Todo está en manos de
Dios. Confiemos y esperemos. Y digamos siempre ¡Ven Señor Jesús!
3º.- EL OBSTACULO QUE
IMPIDE LA PRESENCIA DEL ANTICRISTO ¿HA SIDO REMOVIDO?
Pablo, en la Segunda Carta a los cristianos
de Tesalónica, intenta tranquilizarles porque tras la primera que les envió
muchos se asustaron y pensaron “que el
día del Señor es inminente” (II Tes. 2,1).
El Apóstol, entonces, les indica, una serie de hechos que deben darse antes
de que suceda ese día del Señor (la gran apostasía, la venida del “anomos”, del
hombre sin ley, del Anticristo, que usurpará el trono del mismo Dios (II Tes.
2,4). Y añade algo importante: ese “anticristo” todavía no ha hecho su
aparición porque algo (un obstáculo o “kajeton”) –conocido por los propios
tesalonicenses- impide su aparición “hasta
su tiempo” (II Tes. 2,6). Sin embargo, Pablo deja claro que aunque gracias
a ese “kajeton” todavía no haya aparecido el anticristo “realmente el misterio de iniquidad ya está en acción” (II Tes. 2,7)
Los cristianos de Tesalónica conocían
perfectamente, por boca del mismo Pablo, en qué consistía ese obstáculo.
Nosotros desgraciadamente no. Muchos Santos Padres identificaron ese Kajetón
con el orden jurídico-político del Imperio Romano, por lo que ha habido algunos
autores que han consideran que la destrucción por parte de Napoleón de lo que
quedaba del Sacro Imperio Romano Germánico en 1.806, unido al hecho acaecido
años atrás de la Revolución Francesa (que marcó el inicio de una modernidad de
agresivo laicismo), son señales claras de haberse removido ese
"kajetón", dejando abierta la puerta para que un no lejano día apareciera
el genuino anticristo.
La evolución de la humanidad desde
entonces hasta hoy, desde el punto de vista moral, ha sido una caída hacia la
abyección y la impiedad (paradigmático es el hecho de que el mundo “civilizado”
aceptara ser un derecho matar a los niños en el vientre materno -algo
inconcebible hace un siglo- o que se haya perdido absolutamente el sentido de
los “novísimos” por parte de los católicos)
4º.- ALGUNOS INDICIOS DEL CERCANO FIN DE LOS TIEMPOS
1º.- ASI SE INDICAN EN MUCHAS APARICIONES MARIANAS.- Las apariciones marianas no son
materia de fe, cierto, pero si Nuestra
Madre aparece en nuestro tiempo con una frecuencia con la que nunca lo ha hecho
en la historia del cristianismo -y siempre para advertirnos de lo mismo-, me parece
irreverente no prestarle atención. La
Salette, Fátima, Garabandal, Akita o Medjugorge tienen un mínimo común
denominador de petición de penitencia y conversión a los hombres, y si no son atendidas esas peticiones, de castigos terminales para la humanidad (en
una época además donde el desarrollo tecnológico hace posible la destrucción masiva
de la vida humana). Si hay algo que la
Biblia nos recuerda a machamartillo es que Dios cumple sus justas amenazas,
pero que nos avisa reiteradamente con misericordia para evitar cumplirlas.
María, como madre de Jesús y madre nuestra, es mensajera privilegiada por su gloriosa
humanidad, su maternidad espiritual, su belleza, su bondad y su amor a sus
hijos.
2º.- PROFECIAS DE VIDENTES CANONIZADAS.- Es llamativo igualmente que
Santa Brígida de Suecia primero y la Beata Ana Caterina Emmerich después, sitúen el episodio apocalíptico –Ap. 12,9-12 o
20,3- de la liberación de Satanás (o su defenestración a la tierra, con todo lo
que ello conlleva) "cuarenta o
cincuenta años antes del año dos mil". El mejor indicio del
cumplimiento de esta profecía es la aceptación social del aborto por el llamado
mundo civilizado desde la segunda mitad del siglo XX. Tanta aceptación y/o
indiferencia ante tanta sangre inocente derramada es más que inhumano, es
sencillamente sobrehumano, demoníaco. La sangre inocente clama en el
Apocalipsis –Ap. 6,10- , y Dios no dilatará el
justo castigo. ¿En nuestro
tiempo? Probablemente.
3º.- PREDICACION DEL EVANGELIO A TODAS LAS NACIONES.- Ese hecho está
anunciado, como previo al “final”, por el mismo Jesús en el discurso
apocalíptico de Mateo (Mt. 24, 14). Y creo que hoy día no podemos negar -y más
con los medios de comunicación de masas y con internet- que el Evangelio haya
sido predicado a todos los pueblos. Otra cosa es que no se haya acogido o que
se haya acogido falsificado (hasta en China hay cristianismo, pero en una
iglesia cismática). El Hijo del Hombre cuando vuelva no encontrará ciertamente
fe en la tierra (Lc. 18,8), por mucho que se haya predicado su Evangelio. Recordemos la parábola del trigo y la cizaña.
4º.- CALDO DE CULTIVO IDEOLOGICO PARA QUE APAREZCA EL ANTICRISTO.- Hay
discusión sobre si el Anticristo será una persona en concreto o simplemente un
espíritu ideológico mundano profundamente anticristiano (como piensa el más
grande exégeta del apocalipsis, el chileno Manuel Lacunza), espíritu mundano que
atraviesa transversalmente a todos, incluidos a los cristianos. Ambas posibilidades
son ciertas, porque aunque la hipótesis más probable es la primera, ese sujeto concreto
estará preparándose con el caldo de cultivo de estos tiempos tan radicalmente
anticristianos (lógico por otra parte si, como dicen las profecías de esas dos
videntes antes citadas, en nuestro tiempo Satanás está campando a sus anchas).
Los ejemplos históricos (Nerón,
Diocleciano, matanzas de la Revolución Francesa, Hitler, Stalin…) sí son
ciertamente “tipos” de Anticristo, pero
a todos ellos les faltaba un elemento esencial del verdadero “Anticristo” como
es la naturaleza global y universal, y
sólo ha habido una época histórica de verdadera globalización, y es la nuestra,
por lo que será en nuestra época cuando esa figura –que creo que todavía no ha
surgido- puede alcanzar sus mayores éxitos –universales- de impiedad y odio a
Cristo. Afortunadamente –como dice la Biblia y Vd. recuerda- su reinado durará
poco tiempo (tres años y medio, Ap. 13,3 o Dan. 7,3-6).
No olvidemos que, aparte del
Anticristo, también habrá un "falso profeta" (Ap. 13,11 y ss.), una
religión falsificada (la gran Ramera de Ap. 17), un cristianismo mundanizado
hasta los tuétanos e irreconocible ¿No lo vemos hoy? Quizás no sea –todavía- lo que se llama “la
Gran Apostasía”, pero en ninguna época la humanidad –de manera global- se
acerca tanto a eso. Un cristianismo global –sociedades culturalmente
cristianas-, pero en parte edulcorado y
en parte literalmente falsificado.
5º.- LA PROFECIA DE LA RESTAURACION DE ISRAEL.- Hay una profecía bíblica
verdaderamente decisiva, vinculada a los tiempos finales, como es la referida
al nuevo resurgimiento de Israel tras el tiempo de los gentiles (Lc.21,4),
profecía exactamente cumplida con la creación del Estado de Israel en 1.948. Es
decir, en nuestros tiempos.
6º.- CONVINCENTE INTERPRETACION DEL APOCALIPSIS DE LEONARDO CASTELLANI.- Decía Castellani, lúcido profeta de
nuestro tiempo, que ante colosos que antes que él leyeron e interpretaron el
Apocalipsis (como San Jerónimo, San Agustín o Manuel Lacunza), él mismo se
sentía como un enano ante ellos. Pero que sin embargo, un enano, en los hombros
de esos tiene una visión más extensa de las cosas y por lo tanto más correcta.
La historia tiene unos hitos que, ahora, en nuestro tiempo, pueden ajustarse
sin violencia al texto de Apocalipsis, pero que en tiempos de aquellos gigantes
no eran visibles.
Con todo ello, Castellani hace una
aguda interpretación del libro y de la historia, de modo que para un lector
libre de prejuicios resulta al final plenamente convincente esa adecuación, en
la que como hecho fundamental destaca que nuestra época está viviendo YA el
desenlace de ese grandioso poema dramático que es el Apocalipsis. Con todo lo
que ello comporta.
Remito a sus trabajos exegéticos y
eruditos sobre el tema, primordialmente su trilogía “Cristo ¿Vuelve o no
vuelve?”, “Los papeles de Benjamín Benavides” y “El Apocalipsis
de San Juan”.-
Yo, ante tantos indicios que apuntan
a nuestro tiempo, yo prefiero, como dijo Nuestro Maestro “tener ceñidos los lomos y encendidas las lámparas” (Lc. 12,35).
7º.- “SE HA CUMPLIDO EL
TIEMPO, Y EL REINO DE DIOS ES INMINENTE. CONVERTIOS Y CREED EN EL EVANGELIO”
(Mc. 1,15). Jesús
profetizó con exactitud la destrucción de Jerusalén en el plazo de una
generación (Mc.13, 30). El uso consciente por parte de Jesús de términos
apocalípticos para este evento histórico se explica por el hecho de que la
destrucción definitiva del templo (a diferencia de las destrucciones de
babilonios y helenistas, que fueron temporales) significó el fin de un mundo
-el judío, vinculado radicalmente al templo- que no comprendió que a Dios ya no se le
adoraría "en templos construidos por
la mano del hombre" (Hch. 17,24), sino más bien, como dijo Jesús a la
samaritana, "en Espíritu y
Verdad" (Jn. 4,23).
Pero no sólo profetizó ese hecho
histórico concreto. Profetizó asimismo "después
de pasada esta angustia" (Mc. 13,24) otro evento de naturaleza
universal y cósmica, de fecha muy incierta (Mc. 13,32), que todavía no se ha
cumplido, pero que se produciría una vez se diesen dos condiciones: UNA: que
el Evangelio sea predicado a todo el mundo (cosa, creo yo, cumplida en
nuestros tiempos de sobreabundancia de información)(Mt. 24,14), y DOS: la restauración
de la Jerusalén pisoteada por paganos, una vez concluya el término de éstos
(evento probablemente cumplido con la restauración del Estado de Israel en
1.948) (Lc. 21,24).
Con todas las precauciones que deben
tomarse ante estas cuestiones pienso que el cumplimiento de esas profecías
avisa de que ya estamos a las puertas de esos segundos eventos profetizados por
Jesús, muchísimos más dramáticos y universales que la destrucción del templo
judío. Por eso es imprescindible que todos los cristianos –que todo el mundo en
general- recuerde permanentemente- las palabras urgentes del Señor: "Convertíos y velad". Porque
sólo en Cristo –y en nadie más- somos salvos. Pues “En ningún otro se encuentra la salvación, pues no se nos ha dado bajo
el cielo otro nombre que el de Jesús para salvarnos” (Hch. 4,12). Y por eso,
”El que crea y sea bautizado se salvará,
pero el que no crea se condenará” (Mc. 16,16).
La nueva moral de amoris Laetitia (II)
Desde hace dos o tres generaciones, los católicos hemos ido
cambiando radicalmente en cuestiones de moral
(pese a que los documentos eclesiásticos se han mantenido en una clara
posición en favor de la doctrina de siempre, por ejemplo la H.V. de Pablo VI o
la V.S. de Juan Pablo II, aunque esta claridad ha cambiado considerablemente
con la A.L.).
Hace dos o tres
generaciones, a cualquier católico -sin excepción- le hubiera parecido algo
diabólico reconocer el aborto como un derecho. Hoy la mayoría de católicos lo
acepta.
Hace dos o tres generaciones, los católicos consideraban el
preservativo como objetivamente pecaminoso (aunque algunos lo usasen). Hoy la
inmensa mayoría lo considera una cuestión de conciencia, y el porcentaje de los
que lo rechazan en su vida matrimonial es ínfimo.
Hace tres generaciones, si a un católico se le preguntase
sobre casar con todos los efectos a una pareja de homosexuales, pensaría que estamos de broma. Hoy -estoy
convencido- la mayoría de católicos acepta esa parodia de matrimonio.
Hace tres generaciones todos los católicos -sin excepción-
comulgaban de rodillas y en la boca (y como diría Pablo "con temor y
temblor"); hoy se mira mal al que se arrodilla en el suelo (ya no hay
reclinatorio) para recibirla.
Creo, en fin, que la A.L. es un intento desesperado de
ajustar con calzador de hierro la doctrina milenaria de la Iglesia a la
realidad de un mundo que ya no quiere saber nada de doctrinas sobre el
contención, la castidad, el sacrificio, la necesidad de la conversión o la
fuerza transformadora de la Gracia; es un intento de mantener la doctrina en la
teoría y a la vez cambiarla en la práctica, y en última instancia es el reflejo de una radical falta de
fe en la capacidad de Jesús de transformar nuestras vidas de pecado. Es una
rendición literal de los pastores a los lobos.
Y es - a mi humilde juicio de cristiano- el peor camino que
se ha podido tomar, y hará que, al igual que ha sucedido con otras cuestiones
de moral, dentro de una generación -si el Señor no lo impide antes- la
inmensísima mayoría de católicos vean como normal que los adúlteros, los
arrejuntados o cualquier pecador público, sin arrepentimiento, conversión y
penitencia, accedan a la comunión eucarística.
La nueva moral según la Amoris Laetitia (I)
Se puede conocer una norma prohibitiva inmutable (...) pero las circunstancias personales pueden impedir obrar de otra manera o tomar otras decisiones sin culpa". (A.L. numeral 301).
¿Alguien se imagina a Zaqueo, diciéndole al Señor que le comprende perfectamente y le agradece su visita, pero que tiene demasiados intereses creados por sus acciones avarientas y ladronas, y esas "circunstancias personales" le impiden obrar de otra manera, ya que no pueden cambiarse sin daño propio y de terceros (su familia, sus socios...)?
¿O alguien se imagina al incestuoso de 1 Corintios diciéndole a San Pablo que sus "circunstancias personales" son tan graves y serias -por ejemplo, su amante incestuosa sufriría muchísimo con riesgo de suicidio con la separación- que no puede obrar de otra manera?
Yo prefiero confiar en el Evangelio, y creer firmemente que todas las "circunstancias personales" sólo afectan a nuestro pasado y a nuestro presente inmediato. Pero que que cuando Cristo entra en nuestras vidas -cuando le permitimos entrar en nuestra casa- no hay nada que impida obrar de la manera que nos exige el Señor.
"Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm. 8,3 8).
martes, 1 de octubre de 2019
Sin duda os haría causa
SIN DUDA OS DARÍA CAUSA
(Una reflexión sobre el Estado de
Derecho con ocasión de la resolución del T.S. sobre la exhumación e inhumación
forzosa de los restos del General Franco).
En una de las más grandes obras de teatro del Siglo de Oro
español, “La estrella de Sevilla”,
obra atribuida por unos a Lope de Vega y por otros al comediante murciano
Andrés de Claramonte, se plantea un drama muy atrevido para la época como es el
hecho de que un rey castellano –Sancho IV- destroce literalmente la vida de
tres personas que vivían felices y en paz en la ciudad de Sevilla de finales
del siglo XIII. Concretamente, los destinos de Estrella –una hermosa dama
sevillana-, de su hermano Busto Tavera y del prometido de Estrella, Sancho
Ortiz de la Roela.
El argumento del drama se resume en el enamoramiento del rey,
que no duda en allanar la casa donde vive Estrella con su hermano Busto, la
oposición valiente y audaz de éste a las pretensiones del monarca, y la
venganza que éste ejecuta contra Busto, usando como instrumento a Sancho Ortiz,
de quien el rey ignoraba que era el prometido de Estrella.
Sancho, en dramática obediencia a su rey, asesina a Busto.
Posteriormente es detenido y sometido al Cabildo de Sevilla para ser
enjuiciado. Sancho, deseando morir (ha perdido a la vez a su amigo y a su amor),
no revela que su crimen ha sido ordenado por el rey (lo que hubiera implicado
su libertad), y ante ello, el rey, lleno de remordimientos, se reúne con el
Cabildo de Sevilla para ordenarles que no condenen a muerte a Sancho.
Los jueces responden al rey que se hará como dice, pero el
día del juicio, el Cabildo en bloque condena a muerte a Sancho por asesinato. El
rey se indigna porque no han cumplido lo que le habían prometido, ante lo que
Cabildo responderá con unos versos grandiosos:
“Lo prometido,
con las vidas, con las almas
cumplirá el menor de todos,
como ves, como arrimada
la vara tenga: con ella
por las potencias
humanas,
por la tierra, por el
cielo,
que ninguno de ellos
haga
cosa mal hecha o mal
dicha” (…).
“Como a vasallos nos manda;
Mas como alcaldes mayores,
No nos pidas injustas causas;
Que aquello es estar sin ellas,
Y aquesto es estar con
varas,
Y el Cabildo de Sevilla
Es quien es”.
El rey se da cuenta de que, ante el sentido de la justicia,
la dignidad y el coraje de los jueces hispalenses, el único medio de salvar a
Sancho es reconocer que él mismo dio la orden. Entonces, exclamará:
“Sevilla,
Matadme a mí, que fui causa
de esta muerte. Yo mandé
matarle, aquesto basta
para su descargo”.
El Cabildo, ante esa confesión, exculpa a Sancho Ortiz.
Obviamente no condena al rey, pues éste –como representante de Dios en la
tierra- tenía derecho de muerte sobre sus vasallos, y de sus acciones sólo ante
el supremo e insobornable juez del Cielo debía responder.
“Así
Sevilla se desagravia;
Pues, que mandasteis matalle,
Sin duda os daría
causa”.
El Cabildo no entra en las motivaciones del Rey, pues da por
supuesto -“Sin duda”- que son graves
y legítimas, y que por tanto en justicia segó vida de Busto Tavera, pues “Os daría causa”.
En esa época, los hombres sabían con certeza que nadie
escapaba del justo juicio del Creador, y que sería especialmente duro con los
poderosos, pues como dice la Sagrada Escritura:
“Porque Dios os ha dado el poder
Y el Altísimo la Sabiduría.
Él juzgará vuestras obras,
Y escudriñará vuestros designios.
Porque, ministros de su reino,
No juzgasteis rectamente, ni
guardasteis la ley,
Ni caminasteis según la voluntad de
Dios.
Terrible y repentino caerá sobre
vosotros,
Porque se instruye severo juicio
contra los poderosos.
El pequeño merece misericordia
Pero los poderosos serán
poderosamente atormentados”
(Sabiduría.
6, 3-6)
Y todos los soberanos medievales conocían, con temor y
temblor, el relato del Segundo Libro de Samuel, donde el profeta Natán, en el
nombre de Dios, echa en cara al poderoso rey David su doble pecado de asesinato
y adulterio, y le impone un terrible castigo (2 Samuel 11 y 12).
El sentido último de esta estremecedora obra de teatro es, en
definitiva, mostrarnos la ilimitada capacidad del poder para hacer daño y
machacar a inocentes, pero a la vez –como un rayo de esperanza- la existencia
de personas que, con un inmenso sentido de la justicia (y jugándose la hacienda
y la vida), pueden oponer resistencia a esa maquinaria inhumana. Con ello –en
una obra del siglo XVII, pero ambientada en el siglo XIII- se vislumbran ideas
que florecerían muchos años más tarde como la división de poderes, la
inviolabilidad de los derechos fundamentales del individuo frente al gobierno,
o el Estado de Derecho.
Lo que hoy llamamos Estado de Derecho puede resumirse en una
idea capital: en el obligado respeto, por parte de los gobernantes de un país,
de un ámbito absolutamente inviolable y sagrado del ciudadano que no puede
atacar. Y en el supuesto de que se atreviese a hacerlo, la implacable
corrección de un tercer poder –el judicial-, que restituye al ciudadano los
derechos atropellados por aquél.
Toda esta reflexión me ha venido a la mente con ocasión del
fallo del Tribunal Supremo español, dando la razón al gobierno en su doble
propósito de exhumar al antepenúltimo Jefe del Estado (con oposición de sus
familiares más directos, sus nietos), y volver a inhumarlo en un lugar no
deseado por éstos.
No he leído la sentencia, ni quiero hacer ninguna reflexión
sobre los amplios entresijos jurídicos de esta cuestión (que son muchos, y
afectan al derecho administrativo, al derecho civil y –sobre todo- al ámbito de
los derechos fundamentales de la persona), pero sí quiero notar que una decisión
de esta naturaleza me ha producido una enorme inquietud. Como abogado, pero
sobre todo como ciudadano.
Se ha avalado por el más alto tribunal de justicia del país
que un gobierno (precario para más señas) use de conceptos como:
1º.- “Urgente y extrema
necesidad”, para la exhumación de un muerto que lleva enterrado más de 40
años,
2º.- “Orden público”,
para impedir el definitivo reposo de los restos en un lugar que posee en
propiedad la familia, (un lugar –dicho sea de paso- con grandes sistemas de
vigilancia por su ubicación).
Sinceramente creo, tras esa decisión judicial, que los
ciudadanos debemos tomar urgente nota, y no consolarnos con pensar que se trata
de algo lejano, que sólo afecta a terceros. No. Se ventila algo que nos afecta
a cada uno de nosotros, a nuestro Estado de derecho y a nuestros derechos y
libertades inviolables.
El problema no es la ubicación del cuerpo embalsamado de Franco,
sino del derecho de sus familiares, y por extensión, del derecho de cada
ciudadano español, iguales ante la ley que los nietos del general. Pregunto
simplemente: Si un gobierno decide exhumar a nuestro abuelo de su tumba, y
ubicarlo manu militari en el lugar
que le dé la real gana. ¿No nos parecería una decisión arbitraria e injusta?
Unos diréis que eso jamás lo hará un gobierno, pero si lo afirmáis
es porque estáis seguros de que vivís en un Estado de Derecho y, en
consecuencia, los tribunales de justicia impedirían esa aberración.
¿Seguro? El Tribunal Supremo, en el caso de Franco, ha dado
la razón al gobierno por razones que muchos españoles, aparte de la familia del
dictador, no entendemos. ¿Qué puede impedir, por tanto, que el gobierno no haga
lo mismo, en nuestro caso particular, por razones igualmente inconsistentes,
invocando como un mantra la “urgente
necesidad” o el “orden público”,
subterfugios para ocultar el capricho ideológico del gobernante?
Otros responderéis que no es admisible hacer esa equiparación
porque nuestros abuelos no fueron Jefes de Estado, ni vivieron una vida envuelta
en gravísimas polémicas, todavía materia discutida de historiadores. Respondo
que precisamente por eso mismo, la decisión del Tribunal Supremo es aún más
incomprensible.
Franco no fue un gobernante de hace varios siglos, sin
descendientes conocidos hoy, y cuyo poder se estudia con ponderación,
equilibrio y objetividad por la mayoría de los historiadores. Franco, ya
muerto, no sólo sigue teniendo opositores y admiradores; es que además tiene
familiares directos vivos y eso lo cambia todo. Fue (es) un personaje polémico a
quien muchos conocimos en vida, con nietos que le recuerdan hoy con afecto, con
algunos seguidores apasionados y con muchos enemigos que le odian a muerte (es
más fácil odiar a un muerto que a un vivo). Es decir, es materia de enormes y
apasionadas discusiones entre los historiadores y los españoles, tanto a favor
como en contra. En esa tesitura, ¿era un negocio tan urgente y necesario que un
gobierno –un mal historiador, siempre parcial-, ordene lo que ha ordenado? ¿Es
conforme a derecho que esa decisión polémica, haya sido confirmada por el
Tribunal Supremo, obviando el derecho de sus familiares que aún viven?
La cuestión jurídica de fondo no son los derechos de un
personaje fallecido hace 40 años. No, la cuestión es si se puede violar el
doble deseo de sus familiares: primero,
que a su abuelo se le deje en paz en el sitio en el que reposa desde hace
cuatro décadas (sin generar conflictos de ningún tipo que se sepa), y segundo,
que -si se comete el atropello de sacarlo-, sea la familia únicamente la que
decida su definitiva ubicación.
O dicho de otro modo: ¿la satisfacción “política” de los
enemigos de Franco por exhumarlo e inhumarlo puede prevalecer sobre el derecho
inalienable del individuo a decidir donde reposan los restos de sus familiares?
¿Un presunto odio abstracto puede pisotear un concreto afecto familiar? ¿Puede
permitir tal cosa un Estado de derecho?
No nos equivoquemos pensando que chocan aquí los derechos
abstractos de los seguidores y los detractores del general. No, lo que se
ventila aquí la primacía de un cuestionable interés público (un derecho
abstracto al fin y al cabo) frente a un evidente y clarísimo derecho humano,
como el derecho del familiar a decidir sobre sus muertos. Nos parece comprensible,
dada la deriva sectaria de la izquierda española (tan lejana a la moderación de
sus colegas europeos), que un gobierno socialista imponga lo primero, pero que esa
imposición sea ratificada por el máximo tribunal español nos resulta desolador.
Eso no puede ser motivo de satisfacción para todos los que creemos que el poder
debe ser debidamente –y a veces severamente- corregido por los tribunales. Es más, debe ser motivo de grave
preocupación. Una muesca en un espejo puede generar una grieta que destruya el cristal.
Retornando a la inmortal obra con la que inicié esta
reflexión, si el Cabildo de Sevilla, para evitar conflictos con el rey, hubiera
atendido su expreso deseo de absolver a un asesino confeso, el poder –es decir,
el rey- hubiera salido muy satisfecho. Pero los jueces sevillanos eran
conscientes de que, aun siendo su poder muy inferior al que representaba el
rey, debían imponer la decisión justa frente a la prevaricación real, pasase lo
que pasase. Y así lo hicieron. Por eso
hoy elogiamos esa obra. Y por eso hoy no podemos admirar a esos jueces del
Tribunal Supremo que han tomado el camino de ratificar una decisión ideológica
y objetivamente innecesaria del poder frente a los justos deseos de una familia
española. No podemos aplaudirles, sino sentir pena de que hayan caído tan bajo,
que no hayan seguido la estela de esos jueces que en el siglo XIII no se
rindieron ante un poder tenebroso.
Pero no sólo pena, también temor. Miedo de que un gobierno
pueda nuevamente hacer algo así sin los jueces lo impidan. Alteremos un poco el
famoso poema del pastor protestante Martín Niemoller:
“primero vinieron por
los Franco, y yo no dije nada
Porque yo no me llamaba
Franco”
“Sin duda os daría causa” le responde el Cabildo al rey, tras
confesar éste que instigó la muerte de Busto Tavera. No podemos reprochar al
Cabildo de Sevilla que no indagase si el rey tenía o no razón en ejercer ese
supremo derecho de dar muerte extrajudicial, puesto que se suponía que los
reyes, sólo en caso de gravísima, urgente y justa necesidad, hacían uso de tan
siniestra facultad. Y su ejercicio sólo podía ser juzgado por el Cielo, cuya
sentencia –como vimos- sería especialmente dura con las maldades de los
gobernantes.
Nosotros –a diferencia del Cabildo, que daba por supuesta la
equidad de un rey cristiano, como Sancho el Bravo-, sabemos que el asesinato de
Busto Tavera fue injusto, sin causa que lo justificase y motivado por la
venganza y el despecho de un rey abyecto. En nuestra época ya no podemos suponer
que los actos del poder son de por sí limpios, honestos y cristianos, y por eso
es tan necesaria la división de poderes y la corrección de los tribunales
independientes. Porque los tribunales de justicia, ante los actos del poder que
atacan los derechos humanos, no pueden lavarse las manos con un “sin
duda os daría causa”. Esa es la sensación que nos deja la resolución del
Tribunal: los argumentos sólo son la envoltura de una decisión tomada porque “sin duda os daría causa”, sin saber cuál
es esa causa.
O más exactamente, sabiendo perfectamente que no es sino la
absoluta arbitrariedad y el fanatismo ideológico de un gobierno de izquierdas.
Concluyo, recordando una de las escenas finales de una
extraordinaria película de Stanley Kramer “Vencedores
o Vencidos”. El juez norteamericano que interpreta Spencer Tracy visita en
la cárcel a un colega alemán –magistralmente interpretado por Burt Lancaster-,
al que acaba de condenar a muchos años de prisión por haber dictado sentencias
inicuas durante el régimen nazi. Éste había sido un jurista de reconocido
prestigio internacional, y cuyos libros de derecho se estudiaban en
universidades de todo el mundo. El juez alemán, profundamente arrepentido, le
regala al colega norteamericano una relación de causas que había tramitado
tiempo atrás, y tras reconocerle que el veredicto de culpabilidad fue justo, en
un momento determinado le confiesa lo siguiente:
“Le juro que jamás
pudimos imaginar que se pudo llegar a eso”.
Ante lo que Spencer Tracy le responde:
“Se llegó a eso desde
la primera vez que vd. condenó a muerte a un hombre, sabiendo que era inocente”
Obviamente no estamos en una situación social tan dramática
como la de la Alemania de Hitler, ni hoy se condena a muerte en nuestra Europa
civilizada, pero es importante detenerse en la escena.
La última garantía de un Estado de Derecho es un poder judicial
independiente, que sepa refrenar los afanes expansionistas del poder ejecutivo,
su tendencia diabólica a invadir los espacios privados del ciudadano. Si los
políticos se extralimitan y los jueces no quieren oponerse a sus tropelías (por
cobardía o por no contravenir la inercia social, por perversa que pueda ser,
como sucedió en la Alemania de los años 30), se sienta un precedente peligroso,
no tanto jurídico sino social. Porque el ciudadano extenderá su natural
desconfianza de los políticos a los jueces, a los que considerará como un
apéndice de éstos, que hacen un uso alternativo del derecho, y que han dejado
de ser un poder independiente, sin que puedan esperar ya su amparo. Y como sucedió en la Alemania de los nazis,
esa perversión de las instituciones, pervirtió en buena parte al pueblo alemán
que miraba hacia otro lado cuando era plenamente consciente del mal que le
rodeaba, con leyes injustas y con resoluciones judiciales más injustas aún.
Estemos alerta y vigilantes, y usemos de los medios de que dispongamos
para criticar públicamente Sentencias como ésta, que son corrosivas y
desacreditan el Estado de Derecho; y que facilitan la progresiva entronización
del populismo y la demagogia (es decir, de la peor de las dictaduras), y que
convierte a los ciudadanos en meros súbditos obedientes de una maquinaria
implacable, al albur de los caprichos del poderoso.
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