El carácter de "res sacra" de los cadáveres enterrados en sitio sagrado, es algo que traspasa la religión cristiana, y es prácticamente una certeza de cualquier cultura humana.
He recordado estos días la inmortal obra de Sófocles, "Antígona", en la que tras denegarle Creonte la inhumación del cadáver de su hermano Policines (por haber sido traidor a la patria), ella desobedece y procede a darle sepultura, aunque ello le cueste la vida. Hoy vemos a la desobediente Antígona como un ejemplo, y al fiel cumplidor de la ley que era Creonte como un villano.
Y es una obra del siglo V A.C. Nada hay nuevo bajo el sol, el pecado original sigue haciendo estragos, y la humanidad y la civilización, en muchos sentidos, retrocede ante la barbarie.
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