sábado, 11 de abril de 2020
Profanacion de la liturgia del Viernes Santo en Granada.
Ayer en Granada, en su maravillosa Catedral, la policía profanó la liturgia del Viernes Santo, obligando al Arzobispo a cancelarla, pese a que apenas veinte fieles -y debidamente separados-, asistían a los oficios. El pueblo, con el arzobispo al frente, obedeció, y tras administrarse la comunión, todos abandonaron el templo. Nadie protestó, nadie recordó que las normas excepcionales de este infame gobierno permitían, pese a todo, los actos en las iglesias con la debida separación de los fieles, y menos aún que se estaban violando derechos reconocidos en la Constitución y en la Carta Universal de los Derechos Humanos.
El Arzobispo señaló que la policía sancionaría a los que permanecieran allí, y por eso suspendió la sublime liturgia. Y yo me pregunto por qué nadie dijo entonces -aun a riego de chocar con la "prudencia" del Arzobispo- que si la consecuencia de no cancelarla era una multa -y obviamente recurrible con éxito, dado que no se violaba ninguna ley ni decreto con esa celebración-, que se continuase la misma, y que a la salida se identificasen todos (los fieles, con el Arzobispo al frente, para ser multados administrativamente, y los policías para asumir las consecuencias penales de su prevaricación, por atentar contra los derechos fundamentales de las personas).
En fin, Viernes Santo. Nuestro Señor muriendo en una cruz, y sus discípulos actuales huyendo ante el peligro. Nada nuevo bajo el sol.
Pasó aquella época en la que San Ambrosio se ponía delante de sus fieles frente al emperador arriano para impedir que se profanase la liturgia. Es obvio que hoy muy pocos tienen (tenemos) madera de mártires. Verdaderamente se parecen estos tiempos a aquellos advertidos por el Señor, tiempos donde se pondrá en peligro hasta la salvación de los elegidos y en los que, cuando volviese el Señor, no encontraría fe sólida en sus fieles. Aquellos se jugaban la vida, nosotros el bolsillo con una multa.
Los Viernes Santos, a medida que decrece año tras año el vigor de la fe, cada vez se parecen más a aquel primero de la historia. Y llegará el momento en que la identificación será absoluta, en la que TODA la Iglesia sufra como el Señor (y sabemos cómo sufrió), porque no en vano dijo una vez que si a El le habían perseguido, también a sus fieles les perseguirán.
Y no nos consolemos, creyendo que eso que dijo era algo abstracto o metafórico. No, era una profecía y -probablemente- aplicada a los tiempos que viviremos muy pronto.
NOTA ADICIONAL:
Pienso si los católicos no hemos perdido una oportunidad única ( y quizás última) de evangelizar. Me explico. Al salir las normas restrictivas de derechos del gobierno (pero que con sentido común no afectaban a un derecho fundamental como la libertad religiosa, ya que el estado de alarma no es un estado de excepción, donde si se puede restringir ese derecho fundamental), la actitud de los obispos mayoritariamente fue cerrar las Iglesias. Pero si todos a una hubieran dicho que las Iglesias permanecerían abiertas incluso más tiempo del habitual, pero eso si, obedeciendo las reglas sanitarias impuestas por el gobierno (asistencia gradual, separación de fieles....), y que, además, el Santísimo se sacaría de la capilla lateral donde se colocó hace tiempo, y volvería al Altar Principal, ¿no estarían hoy las iglesias, si no llenas, sí con bastantes fieles?
Es verdad que algunos saldrían de sus casas solo con la mera excusa de sortear el confinamiento, sí, pero incluso en ese caso, esos acabarían delante del Señor en la Iglesia, y ante el Señor ¿cuantas conversiones no se producirían?
Ahí lo dejo.
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