viernes, 5 de junio de 2020
Un imposible y una apostasía.
Leo en Infocatólica que un grupo de teólogos protestantes y católicos han pedido hace poco al Santo Padre que levante la excomunión a Lutero. Si así lo hiciera, los protestantes (o más exactamente la "Federación Luterana Mundial", una viborilla dentro de esa enmarañada cabeza de Medusa que es hoy el universo protestante), en un acto de inaudita generosidad, retirarían la calificación de "anticristo" que el fogoso alemán lanzó contra el papa de su tiempo, León X.
Ya puestos, pienso que podrían de paso retirar otros apelativos de Lutero sobre el Papa, no tan solemnes y graves como el de "anticristo" sino más sicalípticos ("sodomita" o "hermafrodita"), o directamente escatológicos ("burra del diablo" o "pedo de Satanás"). Y en todo caso, sería imprescindible resucitar al hereje (que lleva casi cinco siglos criando malvas) para que ratificase esta decisión que se han irrogado, sin poderes especiales, sus sucesores (¿o acaso este heresiarca no era responsable de sus actos?). De todas formas, no creo que dejen salir su alma del lugar donde, supongo yo, actualmente está.
Bromas aparte, a mí, como mero laico católico, me parece todo esto un puro disparate, un endriago con dos cabezas: una denominada "imposible" y la última -la más astuta y nociva- "apostasía".
Es imposible, porque para Lutero ya pasó el tiempo del arrepentimiento. La pena de excomunión es medicinal, por lo que si muere el excomulgado sin arrepentirse, queda firme, salvo que se pruebe un defecto en el decreto de separación, lo que no es el caso. Lutero murió hereje, y el mal que hizo no sólo no se ha mitigado sino que se ha multiplicado, conduciendo al error (en todas las facetas doctrinales y morales del cristianismo) a más de un tercio de los cristianos (a algunos ni se les puede en rigor llamar cristianos, gracias al incendio que provocó Lutero). Es un imposible, por tanto, una pura contradicción, rehabilitar a un excomulgado tenaz hasta la muerte, cuya deletérea influencia en la sana doctrina seguimos sufriendo día tras día.
Pero caer en el principio de contradicción, con ser dramático moral e intelectualmente, no es lo peor. Es notorio que esta rehabilitación sería una acto de manifiesta apostasía. Levantar la excomunión a un archihereje muerto, sería lo mismo que rehabilitar sus errores y/o acoger la herejía del archihereje, lo que no puede hacer jamás la Iglesia Católica por su carácter de indefectibilidad doctrinal. La iglesia, "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim. 3,15) no puede poner el error como capitel de esa columna, y menos aún re-fundarse sobre él. Y los disparates de Lutero no son puntuales, sino globales, pues, desbarrando sobre la misma raíz antropológica de la naturaleza humana, afectan a toda la estructura dogmática y sacramental de la Iglesia, y a integridad de la doctrina, de la fe y de la moral.
De los protestantes luteranos, tan sinceramente liberales, no me extraña que quieren intercambiar cromos con nosotros. Tu quitas "excomunión", yo quito "anticristo", y todos contentos. Pero que pensadores católicos (¿?), propongan tal desatino, sin prever las consecuencias que, con mero sentido común y algo de sentido de la fe, he esbozado aquí, es incomprensible. O quizás demasiado previsible, viendo el devenir y el horizonte de la Iglesia, y el nivel de sus teólogos.
En todo caso, aunque con mucho pesar me fío poco del hombre que hoy lleva el báculo de Pedro, sí sigo confiando (con una fe irreductible que se remota a dos mil años de Verdad), en el Santo Padre que ocupa hoy la Cátedra del pescador de Galilea, el mismo a quien el Señor encomendó "confirmar la fe de sus hermanos" (Lc. 22,32). El primero ha dado muestras numerosas de que es falible. El segundo no puede serlo, porque así lo prometió el Señor. Y por eso -sólo por eso- no errará.
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