Estoy sinceramente convencido que cualquier sacerdote, en conciencia, debe actuar pensando sobre todo en la salud de sus fieles (en su doble sentido, físico y espiritual), y por ello si considera que, ante la celebración del Sacrificio del Señor, un excesivo aforo de una Iglesia es peligroso en el primer sentido, entiendo que pueda y deba suspender la santa ceremonia, y ofrecer a los fieles una posibilidad alternativa de alcanzar la salud en el segundo sentido, por ejemplo ofreciendo la Santa Misa en otro lugar.
De corazón deseo que esa haya sido la intención de D. Pablo Díez Herrera -capellán de la Asociación UNA VOCE SEVILLA-, cuando decidió unilateralmente suspender -por segunda vez- la Santa Misa que D.M. iba a celebrarse este domingo día 21 de junio de 2020 -primer día fuera del Estado de Alarma de nuestra ciudad- en el Oratorio de la Escuela de Cristo (a donde volvíamos por decisión de arzobispo). De corazón quiero creerlo, repito. Pero los hechos son tan escandalosos que me mentiría a mí mismo si lo hiciera. Vamos a explicarlos:
Según este presbítero el aforo del templo se ceñía a 35 fieles. Nosotros le explicamos que poseíamos informes que avalaban nuestra disconformidad con esa fijación unilateral (y sin amparo técnico-legal) de tan limitado aforo (en Sevilla acudimos habitualmente entre 60 y 70 personas como media cada domingos). Él no quiso continuar la conversación, se negó a examinar nuestros documentos y decidió, sin más discusión, suspender la misa.
¿En qué nos basábamos para mostrar nuestra disconformidad?
Primero, en que las limitaciones de aforo de los lugares de culto por parte del gobierno de la nación durante el Estado de alarma -a las que seguía aferrándose D. Pablo- ya no eran aplicables el domingo 21 de Junio, puesto que entonces se pasaba a diferente fase, la "nueva normalidad", en la que este tipo de decisiones serían tomadas por las normas autonómicas.
Segundo, en que esa norma autonómica -la Orden de 19 de junio de 2020- había sido examinada por UNA VOCE (y dicho sea de paso, en nuestra Junta, hay tres abogados), y no veíamos motivos para dicha drástica limitación, y sobre todo,
Tercero, en que disponíamos de un Informe Técnico de un Arquitecto de Sevilla , donde prácticamente duplicaba el aforo restringido, expresado por D. Pablo, y que podía examinarlo cuando quisiera.
Nuestro capellán no quiso rebatir nuestros argumentos (en realidad, no podía). Él no estaba habilitado por un título de arquitecto, ingeniero o aparejador (tampoco de abogado) y, pese a que tenía la posibilidad inmediata de examinar un Informe Técnico firmado por un Arquitecto del Ilustre Colegio de Sevilla, e incluso de leer con sus ojos la norma que iba a entrar en vigor el día de la Santa Misa, se empeñó, sin motivo legal o racional alguno, en imponer su reducido aforo. Ante nuestra discrepancia (argumentada en normas y en informes), procedió a suspenderla sin más razón que esa era su voluntad y la del obispo. Me vino a la cabeza en esa discusión telefónica la conocida frase de Blaise Pascal: "Es imposible convencer por razonamiento a quien ha llegado a una conclusión por una vía distinta del razonamiento"
Es decir, volvió a acaecer lo que nunca debió pasar, y que tantos quebraderos dio a nuestro arzobispo entonces. Suspendió unilateralmente la Misa organizada por UNA VOCE SEVILLA, y la ofrecerá en su parroquia de la barriada sevillana de Rochelambert, donde, por cierto, muestra mucha más flexibilidad con su aforo, que con el del templo que nuestra asociación tiene asignado.
Todo de buena fe, por supuesto, y con la mirada puesta en la salud de sus fieles. Sí, digamos con Marco Antonio: "Él es un hombre honrado"
Bueno, qué decir ante esto. Podemos ver esta triste historia desde muchos puntos de vista (y que nadie dude que se van a exponer en los próximos días en diversos medios de comunicación, y probablemente con mayor virulencia que la vez anterior, porque hay muchos fieles que no entienden que nuestro capellán les vuelva a despreciar de esta manera; sí, he usado la palabra "despreciar", porque ese es mi sentimiento y el de muchos de nuestra asociación. Quizás nos equivoquemos, quizás nuestro capellán sólo desea lo mejor para nosotros, quizás todo sea un malentendido, quizás sea "un hombre honrado"..., pero lo que siente el alma es un inmenso desprecio, y eso no se puede disimular).
¿Y ese desprecio por qué? ¿Porque somos un grupo cristiano unido en tordo a sólidas doctrinas, expresadas en un culto excelso, y por eso somos peligrosos? ¿Porque enfada contemplar a una comunidad de fieles, apasionada por ofrecer al Señor un Sacrificio Puro y una Ofrenda Pura (Mal. 1,11), que cada vez cuenta con más miembros y más jóvenes, y que es definitiva un terrible recordatorio a unos pastores sin pulso, que deambulan como una manada de zombis por el mundo occidental? ¿No habéis leído que esas acciones disgustan sobremanera al Señor? "Vosotros habéis dispersado mi rebaño , lo habéis descarriado y no habéis cuidado de él. He aquí que yo me cuidaré de castigaros la maldad de vuestras obras, afirma Yahveh (Ez.23,2)
A estas horas de la noche leo la Biblia, y estoy cansado. Y triste. E indignado. Antes de cerrar la Sagrada Escritura, me he encontrado con San Pedro, quien al final de la primera Carta que escribió en Roma -probablemente poco antes de ser crucificado en la colina del Vaticano- , exhorta a los presbíteros a "apacentar la grey de Dios, no de fuerza, sino de grado según Dios (...) no dominando despóticamente a las que son porciones de la heredad de Dios sino haciéndoos modelos de la grey" (1 Ped. 5, 2-3).
Y me acuesto con otro versículo de nuestro texto sagrado rondando por mi cabeza: "todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (II Tim. 3,12).
La peor persecución imaginada: la nuestros hermanos. Verdaderamente, no hay peor cuña que la de la misma madera.
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