sábado, 11 de julio de 2020

Unplanned, dos mujeres y el mito de la caverna



De las cosas que heredé de mi padre, tengo un especial cariño a una Biblia en cuatro tomos, con numerosas ilustraciones de obras señeras del arte religioso universal. Cada cierto tiempo, coloco uno de los tomos, abierto por alguna página, sobre un atril situado en un mueble a la entrada de mi casa, y siempre dejo una candela junto a ella, que enciendo cada mañana y apago al acostarme.


Hace unas semanas coloqué el tomo, que estaba abierto por una página con una preciosa ilustración del encuentro de María e Isabel, al inicio del la historia de nuestra salvación. Curiosamente, el texto no era el del Nuevo Testamento, sino el de la conocida profecía del profeta Jeremías sobre una nueva alianza que sustituiría a la primera. Con buen sentido, se ha visto a San Juan Bautista como conclusión de los profetas del viejo testamento, mientras que el Señor es inicio y culminación -Alfa y Omega- de la definitiva y universal alianza de Dios con todos los hombres. Por eso esa imagen era perfecta en ese sitio.


Ayer fui solo al cine para ver la película "Unplanned", y al volver a casa me di cuenta de que casualmente la foto de esa página representaba a dos extraordinarias mujeres encinta (de seis meses Isabel, de poco tiempo María). Y también observé que el pabilo de la vela estaba muy débil, pues apenas quedaba cera. Y como un intenso contraste me vinieron a la mente muchas duras imágenes de esa imprescindible película.


No quiero hablar de la crueldad, cobardía y horror del acto del aborto terapéutico, filmado sin truculencias pero con tremendo realismo (sí fueron en cambio brutales y desagradables las escenas del efecto de un aborto químico con la píldora RU-486). Tampoco quiero centrarme en la hipocresía y maldad de una asociación como "Planned Parenthood", que definiéndose como una entidad sin ánimo de lucro, no vive de asesorar y proteger los "derechos reproductivos"("proveedor de servicios de salud reproductiva" dicen), sino del negocio de la muerte. De hecho, en un momento de la película, la responsable de esa clínica abortista compara el negocio de las hamburgueserías con el de esa asociación. Los beneficios de las primeras no se obtienen de la carne de vacuno sino de las bebidas y las patatas fritas, cuyos márgenes son mucho más grandes. Los de "Planned Parenthood", de matar la vida de millones de fetos en todo el mundo. Ese es, pues, el origen de su beneficio: matar.


Lo que sí quiero comentar es la extraña ceguera que parecían sufrir todas aquellas personas (todas mujeres) que trabajaban allí, excepción hecha de los médicos y sanitarios (es un decir) y de la máxima responsable de esa clínica. Aquellas mujeres -como Abby Jonhson, la protagonista principal a la cabeza- parecían no comprender lo que es un aborto, y trabajaban en un ambiente alegre donde abstracciones como "derecho a decidir" o "derechos reproductivos" eran una valla que no permitía ver la carnicería humana detrás de ella, a escasos metros de donde trabajaban; en quirófanos donde, aparte de asesinar, se dejaban cicatrices horrendas en el alma de las que pudieron ser madres. Estremecedor el plano donde se ve a varias mujeres, tras el aborto, con camisones tan blancos como sus rostros, mirando todas al suelo y agarrando sus vientres.


Cuando Abby Johnson contempla en directo un aborto (tras años trabajando y ascendiendo allí, tras recibir un premio de esa asociación de matarifes, e incluso tras haber consentido dos abortos voluntarios en el pasado), toma entonces conciencia de la realidad del mal al que está contribuyendo. Corta por lo sano, ingresa en un grupo provida y se enfrenta valientemente "a una de las asociaciones más poderosas del mundo", como le recuerda su antigua jefa para amedrentarla (la única verdad que dice en toda la película). Al final, Abby redime con lágrimas su alma, y en la valla de ese matadero coloca dos rosas en recuerdo de los dos hijos que asesinó en el pasado.


Ahora bien, ¿es posible de buena fe tal ceguera? ¿Es necesario ver morir a alguien a manos de otro para saber lo que es un homicidio? La propia Abby -que es la que narra su experiencia durante la película- admite al principio que su historia es muy incongruente, y eso es lo que más me llamó la atención: la capacidad del ser humano para construir un muro de abstracciones que le protejan de la cruda realidad, aunque a veces ésta -por inspiración del Altísimo sin duda alguna- se nos muestra tal y como es. Y entonces podemos desprendernos del error, vislumbrar la verdad, obrar bien y en definitiva salvarnos.


Hace veinticinco siglos el filósofo Platón, en el libro VII de "Las Leyes" narró el famoso "Mito de la Caverna", en el cual unos hombres encadenados, dentro de una gruta, contemplan en la pared del fondo las sombras de una serie de figuras. Las figuras reales, en realidad, están detrás de ellos -sobre un muro-, y más atrás aún hay una luz que al proyectarse sobre ellas, generan las sombras que contemplan esos encadenados. Ahora bien, lo que contemplan los encadenados, son pálidas imágenes de la Verdad, que se encuentra en el mundo de las Ideas Platónicas y que gracias a la luz de un sol (Dios o el Bien) que se emite sobre ellas, se manifiesta imperfectamente en nuestro entendimiento  Vemos una "ecografía" de la realidad, una verdad -sin duda- pero está oscurecida. La verdad es la adecuación del entendimiento con la realidad. Los esclavos ven la sombra de un toro porque tras ellos hay un toro real.


El caso que nos plantea esa película es diferente, y es un signo de la modernidad. La mayoría de los que defienden el aborto no ven ni la sombra de la verdad del aborto. A la madre ni siquiera se le muestra una ecografía. Lo que ven es otra cosa radicalmente diferente: un mentiroso bien ajeno -derechos reproductivos, derecho a decidir, titularidad absoluta del cuerpo de la mujer-, y lo que le ocurre a la verdad no es que se oscurezca, es que literalmente desaparece. Parece como si el sol, el dios o el bien del que brota la luz (que permite al menos que lo que vemos en la pared sea una pálida aparencia de la realidad), se hubiera transmutado en un ser malvado, padre de la mentira y la confusión, que logra que aprehendamos algo totalmente diferente, en apariencia positivo y que anula lo que deberíamos percibir sin esa manipulación, y con el único fin de extender su reino de la muerte y del terror por todo el mundo. Afortunadamente, Abby logró darse la vuelta ,y concienciarse de que no era un dios benévolo quien movía aquellos hilos, sino el ser al que los cristianos llamamos con los nombres de Satanás o el Adversario. O como le calificó Nuestro Señor: el padre de la mentira.


Nuestro mundo ha dado una vuelta de tuerca al famoso mito platónico, pues ya lo que nos ofrece nos es una sombra de la verdad, sino sencillamente lo contrario, la falsedad. Los asesinatos de inocentes no se centran en las víctimas, sino en los injustos derechos de los verdugos, que igual se pueden llamar derechos reproductivos para las feministas o, hace ochenta años, protección de la nación racial para los nazis. Se oculta la verdad para no asumir que hablamos simple y llanamente de asesinatos de seres humanos inocentes. Eso es un signo de nuestro tiempo, el predominio de la mentira. El periodista francés Revel así lo expresó en su lúcido ensayo "El conocimiento inútil": "La primera fuerza que rige al mundo es la mentira". No una verdad emborronada, no. Es sencillamente la mentira.


O esa inmortal frase del escritor austriaco Stefan Sweig, en su ensayo sobre Calvino y Servet: "Matar a un hombre no es defender una doctrina -digamos hoy ideología-, sino matar a un hombre».


Como dije, llegué a mi casa tras la película, y contemplé con alegría la imagen del abrazo de esas dos mujeres. Pero el pabilo de la vela estaba mortecino, y muy poco después se apagó. Parecía que con esa pequeña luz que se apagaba, una inmensa tiniebla se cerniese sobre nuestro desdichado mundo. Pese a ello, aquellas mujeres embarazadas seguían indicando, con su cariñoso abrazo, que nada ni nadie podrá destruir el amor, porque es mucho más fuerte que la muerte.

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