domingo, 26 de julio de 2020

La recepción de la Sagrada Comunión en la mano o la historia de una desobediencia (1).


En un documento del Arzobispo de mi ciudad, D. Juan José Asenjo (1), del pasado día 14 de mayo de 2020, a fin de "resumir el estado de la cuestión sobre la forma de administrar la sagrada comunión en tiempo de epidemia", se "recomienda vivamente" que, a causa de la excepcionalidad que ha producido la crisis sanitaria del COVID19, los fieles que vayan a comulgar, reciban la Sagrada Forma en la mano. No se obliga, se recomienda.


Afirma nuestro pastor que esta decisión cuenta con "el refrendo de los profesionales sanitarios", y "la inmensa mayoría de los obispos de todo el mundo", quienes han "recomendado o preceptuado" esa forma de recibir la comunión.


Lo primero que me gustaría decir es que me parece muy noble y muy necesario que mi obispo se preocupe por la salud de fieles y sacerdotes, sobre todo teniendo en cuenta que esta epidemia (aún no erradicada) se está cebando con las vidas de las personas mayores, y desgraciadamente muchos sacerdotes están en ese grupo de especial riesgo. Si, en efecto, como consecuencia de no tomar las medidas médicas oportunas, fallecieran muchos consagrados, el colapso de asistencia litúrgica, pastoral y sacramental en nuestra diócesis -en todas en realidad- en unos meses sería impresionante, y el pueblo cristiano sufriría la imposibilidad de acceder a los sacramentos.


Nada por tanto que objetar a las buenas intenciones de mi arzobispo, quien además -según afirma- cuenta con el apoyo de profesionales sanitarios, si bien me consta que hay médicos que han considerado que es más arriesgado recibir la comunión en la mano que en la boca. Por ejemplo, leo en "infocatólica" que:


"el profesor Filippo Maria Boscia, presidente de la asociación de médicos católicos, expresó el pasado mes de mayo, durante el confinamiento, su sentir: "como médico, estoy convencido de que la comunión en la mano es menos higiénica y, por lo tanto, menos segura que la comunión en la boca. Definitivamente, las manos son las partes del cuerpo más expuestas a los patógenos".


E igualmente, veintiún médicos católicos austriacos recomendaban recibir la comunión al modo tradicional, de rodillas y en la boca, pues entienden que si la reciben así, al estar el sacerdote a diferente nivel que el fiel, hay


"menos riesgo de infección que cuando se administra la comunión de manos. En ese caso, el sacerdote y el receptor están al mismo nivel, por lo que el riesgo de infección por gotitas es mayor".

Por lo tanto, cuando nuestro arzobispo menciona el "refrendo de los profesionales sanitarios" , quizás hubiera sido más exacto referir "refrendo de (algunos) profesionales sanitarios", o incluso le concedo "refrendo de (la mayoría de) los profesionales sanitarios".


Pero no es ese aspecto científico discutido lo que quiero comentar, sino otras afirmaciones que hace mi obispo, dos concretamente:


1º.- Su mención a la instrucción del papa Pablo VI "Memoriale domini" de 1969, con afirmaciones que no responden a la realidad.


2º.- Determinadas expresiones donde parece -resalto esa palabra, parece- criticar las motivaciones de aquellos cristianos -como el que ahora escribe-, que jamás tomaran en sus manos el Cuerpo del Señor (salvo, obviamente, el supuesto extremo de tener que protegerle en caso de profanación).


En relación con lo primero -y siento decirlo-, es falsa la afirmación de que "La comunión en la mano fue permitida por la Santa Sede después de haber consultado al Episcopado universal en 1968". Repito, es contrario a la verdad histórica lo que se afirma en esa frase, la haya escrito el Arzobispo o algún auxiliar o secretario suyo.


Lo que dice dicha Instrucción de la Sagrada Congregación del Culto Divino (en 1969, por cierto) es exactamente lo contrario. Que tras consultar el papa al episcopado universal, constató que la mayoría de los obispos del mundo a).- No deseaban que se aceptase el nuevo medio de recibir la comunión en la mano, b).- No deseaban que se hicieran experimentos (sic) con ese tema y c).- Creían que los fieles católicos no iban a aceptar de buen grado (sic) esa novedad. Además, la Instrucción de 1969 añade a continuación:




"Se ve por las respuestas dadas que la mayor parte de los obispos estiman que no debe cambar la disciplina vigente, más aún, que el cambio sería dañoso, tanto para la sensibilidad como para el culto espiritual de los mismos Obispos y de muchos fieles"




Por lo tanto, la Santa Sede confirmó (en 1969) la tradición de recibir la comunión de rodillas y en la boca.


"En consecuencia, la Sede Apostólica exhorta calurosamente a los Obispos, sacerdotes y fieles que se conformen diligentemente a la ley vigente y nuevamente confirmada, tomando en consideración el juicio dado por la mayor parte del Episcopado católico, la forma empleada por el rito actual de la sagrada liturgia y también el bien común de la misma Iglesia"



No es cierta, como vemos, la afirmación del documento de mi obispo de 14 de mayo del presente año. Ahora bien, no son tan necios los que redactan los documentos a nuestro obispo como para hacerle avalar algo tan burdo que cualquiera que conozca mínimamente esos hechos podría objetarle. Por eso, esa mentira, en realidad, es mucho más grave porque mezcla una falsedad (aprobación por Roma a una práctica que se ha considerado indeseable) con una verdad (aceptación excepcional y por vía de indulto de esa mala praxis, exclusivamente en sitios donde estuviera implantada). Y esa excepción, que Roma hizo a regañadientes a una prohibición (lean el documento y constatarán la desolación que muestra), la hace pasar el documento como una verdad general. Y digo que eso es más grave porque si una mentira pura podía atribuirse a ignorancia, una mentira de esta naturaleza supone una manipulación consciente de un lector incauto. Sinceramente, siento vergüenza no tanto por la mentira, sino porque nuestros obispos sigan creyendo que sus fieles somos menores de edad, y pueden engañarnos como a un niño con que viene el coco.



La Instrucción de 1969, -y con la intención de evitar escándalos allí donde se comulgaba a la manera de los protestantes-, lo permitió excepcionalmente (a título de indulto), pero exigiendo que las Conferencias Episcopales (sólo de los países donde aquello estuviera extendido) solicitasen la confirmación de la sede apostólica. Y eso es lo que hicieron -como dice el documento de nuestro arzobispo- los obispos españoles en 1975, cuando lo cierto era que en España, en el año 1969 -el de mi nacimiento-, todos los católicos (sin excepción) comulgaban de rodillas y en la boca. En 1969 y, casi seguro también, en 1975. Yo tenía por entonces 5 años, pero el testimonio de mis mayores era inequívoco.


Es decir, Roma exhortaba a mantener la práctica tradicional, y en España se seguía pacíficamente ésta. Cinco años después vino la desobediencia. Nadie puede negar entonces que pasados cinco años, los obispos españoles -bien por su cuenta, o bien, tras examinar el presunto cambio producido en este asunto en la mayoría del pueblo español (si es que se produjo, pues muchos me dicen que no)-, decidieron desobedecer a Pablo VI. Sí, desobedecer, ser rebeldes a la normativa del Papa, aunque en realidad se trataba de algo mucho más grave, pues comulgar en la mano o en la boca no era un asunto estrictamente disciplinar. La misma instrucción de Pablo VI afirma que:


"Pues una mutación en cosa de tanta importancia, que se asienta en una tradición antiquísima y venerable, además de tocar la disciplina".


Y por último, como los buenos documentos de la Iglesia, éste tenía naturaleza profética que, como era de esperar, se ha cumplido con exactitud en nuestro tiempo:


"y además también puede traer consigo peligros, que se teme podrán surgir del nuevo modo de administrar la sagrada comunión, a saber: que se llegue a una menor reverencia hacia el augusto Sacramento del Altar, o a la profanación del mismo Sacramento o a la adulteración de la recta doctrina".


Hay que estar muy ciego o ser muy malvado para negar que esa hydra de tres cabezas -los tres peligros anteriores- causan estragos hoy en todas las naciones (recepción por parte de pecadores públicos y no arrepentidos, profanaciones, y falta de fe en la Presencia Real) . Y sabemos el año en que esa hydra nació y quién fue su madre: la desobediencia de nuestros obispos a las claras órdenes del papa. Un pecado especialmente repugnante.


Si me preguntasen por que jamás comulgaré, recibiendo al Señor en la mano, aparte de argumentos de toda naturaleza conformes a la tradición, añadiré como corolario éste: porque tiene origen en un pecado, y nada fundado en el pecado puede agradar a Dios.


(Continuará)


(1).- Dicho documento se ha enviado a algunos fieles, que manifestaron al arzobispo su preocupación por la situación de hostilidad que percibían cuando pretendían comulgar por el modo tradicional. La copia que poseo no está firmada por él, aunque sí consta su nombre a pie de página. 

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