Ese es el lema de la manifestación feminista del próximo 8m. Las personas sensatas -que creemos en el principio de identidad y en el de no contradicción- pensamos que hay una antinomia absoluta entre un movimiento como el feminista (que pretende, en teoría, proteger la libertad y la dignidad de las mujeres) y ese lema, que pone como ejemplo de libertad, la esclavitud del alcohol y como modelo de dignidad, la borrachera de un ser humano, sobre todo si es mujer.
Muy poco, en fin, debe valorarse a sí misma una mujer, que acuda a una manifestación con ese lema, aunque como me dijo un psicólogo una vez, el masoquismo era más propio de las mujeres y el sadismo de los hombres.
Aunque, en realidad, creo que el feminismo ha acertado en el mismo, pero con alguna omisión imperdonable. El destino final de las feministas -llevadas por ese radicalismo del que hacen gala hoy- es, en efecto, acabar solas y alcoholizadas.
Sí, pero también amargadas. Y las más pudientes, como diría Briget Jones, devoradas por pastores alemanes.
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