No es cuestión de ponerse apocalíptico "avant la lettre", ya que aún no hemos llegado a los tiempos duros que describen con turbadora precisión las Sagradas Escrituras (pero sin duda nos acercamos en progresión geomérica a ese momento). No dramaticemos por tanto, pero sí planteemos algunas cuestiones que causan honda preocupación en los que todavía creemos -gracias a Dios- en la existencia de un Orden Sobrenatural.
¿Piensan la Conferencia Episcopal italiana, la de Bélgica o alguna diócesis española como la de Vitoria -e imagino que pronto de otros lugares- que la "prudente" decisión de suspender las Misas y los actos litúrgicos -¡en plena cuaresma!- puede traer algún bien de índole sobrenatural?
¿A alguien con fe se le ha pasado por la cabeza que la asistencia a una Misa, o la recepción en la boca del Cuerpo de Cristo puede perjudicar a la salud?
¿La cuaresma no es, precisamente, un tiempo donde hay que reforzar nuestros sacrificios?
¿La asistencia a la Misa no es el más perfecto sacrificio que podemos hacer, uniéndonos con nuestras oraciones al Sacrificio definitivo y único de Jesucristo?
¿Qué valen nuestros ayunos o nuestras oraciones privadas ante ese impresionante sacramento?
¿Hay algún precedente histórico de supresión de Misas por causa de enfermedad colectiva?
¿O más bien se han intensificado en las malas épocas todos los actos litúrgicos de reparación y de petición, que son fines específicos de la Santa Misa?
En fin, suena muy cínico decir que se "dispensa" a los fieles del precepto dominical, ya que es materialmente imposible acudir al mismo toda vez que se ha suspendido.
¿Hay que recordar a los mártires africanos del siglo IV, que celebraban el Santo Sacrificio pese a la prohibición de Diocleciano, los cuales, una vez detenidos y torturados, decían simplemente: "Sine domenico non possumus"?
Una última reflexión: no se puede suprimir ni dispensar lo que es de urgente necesidad. Salvo que se quiera anticipar el tiempo del Anticristo (1).
(1).- La "supresión del sacrificio" es una expresión que usa el profeta apocalíptico Daniel en su libro (9,27), con la que quiere mostrar un signo cierto de obra del Anticristo. Anticristo, cuyo misterio se va desvelando poco a poco, casi desde los tiempos apostólicos (1 Jn. 2,18). El discípulo amado se refiere a ciertas figuras históricas que prefiguran el definitivo, el cual -cada vez estoy más convencido- vendrá en ésta o, a muy tardar, en la próxima generación. Son numerosísimos los signos de su cercano advenimiento, pero yo creo que dos son definitivos: la aceptación mayoritaria del crimen del aborto en nuestro mundo, y el cumplimiento de la profecía diabólica de "seréis como dioses". Dios no va a permitir que siga derramándose la sangre de los más inocentes (Ap. 6,10), ni va a tolerar que ningún hombre se siente en su Trono y pretenda quitarle su Gloria (2 tes. 2,4).
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