Monseñor Sanz Montes hace una interesante reflexión sobre el estado de pánico latente en la que está nuestra sociedad por el asunto de esa pandemia del coronavirus, y concluye diciendo:
"Pongamos los medios prudentes que nos van indicando las autoridades sanitarias para prevenir y atajar esta epidemia, pero con una visión sensata y cristiana de las cosas, sin obsesionarnos desmedidamente. Abordemos la epidemia del coronavirus, pero no cedamos ante la epidemia de miedo. Como diría el Papa Francisco: ¡no os dejéis robar la esperanza!"
Pues sí, Monseñor. Y añadiría que se cede a la epidemia del miedo si se cierran las iglesias y se cancelan las Misas, el único lugar de la tierra donde está realmente Nuestro Señor en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad.
Se cede a la epidemia del miedo si, celebrándose el Sacrificio, se obliga a los fieles a coger con la mano tan impresionante sacramento,
Y se cede a la epidemia al miedo si no se exhorta a todos los cristianos, como se ha hecho siempre en la bimilenaria historia del cristianismo:
1º.- A no tener miedo de ninguna enfermedad, pues en la vida y en muerte somos del Señor.
2º.- A ayudar a todos los que podamos, y no huir como cobardes paganos,
3º.- A considerar las desgracias colectivas como justo castigo por nuestros pecados,
4º.- A rezar sin desfallecer, como nos lo manda siempre el Señor y
5º.- Ser buenos ciudadanos y obedecer sin quejas las órdenes de gobernantes y profesionales médicos, que son a los que el Señor ha encomendado el bien común de todos.
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