Al final -y como no podía ser de otro modo- (y aunque probablemente le pesase), Francisco ha sido Pedro.
El problema no es ahora. Ni el problema gordo son los "curas casados". El problema es que no paramos de dar vueltas como locos en un túnel llamado "modernismo", avanzando como pollos sin cabeza poco a poco hacia el final del mismo, que es el abismo de la apostasía.
El problema no es ahora. Ni el problema gordo son los "curas casados". El problema es que no paramos de dar vueltas como locos en un túnel llamado "modernismo", avanzando como pollos sin cabeza poco a poco hacia el final del mismo, que es el abismo de la apostasía.
Todavía vivimos los que hemos conocido la fe de siempre.Todavía vivimos los que creemos que la Iglesia es la única, (sí, única) "columna y fundamento de la Verdad (con mayúsculas)". Todavía vivimos los que no aceptaríamos que se acogiese el error, ni la más mínima componenda con éste.
Pero no duraremos siempre. Cuando los cristianos que hemos crecido en la fe de la Iglesia de siempre seamos llamados a juicio, y cuando seamos sustituidos por nuevas generaciones de cristianos en la tierra, y que tendrán una fe sólidamente modernista (disculpen el oximorón), androcéntrica, y mudable (exactamente la que se enseña mayoritariamente en las familias, las escuelas y los seminarios), se impondrá ésta, como fruta madura (y agusanada).
Confío en que un poquito antes que suceda eso (y vamos de manera inexorable a ello, con certeza matemática) el Señor intervenga, porque verdaderamente un minuto después ya no encontrará fe en la tierra.
Pero no duraremos siempre. Cuando los cristianos que hemos crecido en la fe de la Iglesia de siempre seamos llamados a juicio, y cuando seamos sustituidos por nuevas generaciones de cristianos en la tierra, y que tendrán una fe sólidamente modernista (disculpen el oximorón), androcéntrica, y mudable (exactamente la que se enseña mayoritariamente en las familias, las escuelas y los seminarios), se impondrá ésta, como fruta madura (y agusanada).
Confío en que un poquito antes que suceda eso (y vamos de manera inexorable a ello, con certeza matemática) el Señor intervenga, porque verdaderamente un minuto después ya no encontrará fe en la tierra.
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