lunes, 16 de diciembre de 2019

¿Corredentora o discípula?

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“ (María) nunca se presentó como corredentora. No. Discípula” (Papa Francisco)


Yo pienso, sin embargo, que María sí es corredentora, y no propiamente discípula.


Primeramente es verdad que María jamás hizo gala de sus privilegios. Sólo una vez, plena del Espíritu, se regocijó por las maravillas que el Altísimo había hecho en su humilde persona, pero no como autoelogio sino como alabanza al Dios único que ensalza a los humildes y hunde a los soberbios.


Pero María jamás se presentó como discípula. Su vida fue más bien oculta, porque sólo la luz de su Hijo debía brillar mientras era proclamada la Buena Noticia.


Sin embargo, la Biblia, la Tradición y la Sentido de la fe de los cristianos sí la presentan como corredentora. Porque Jesucristo, con su pasión en el calvario, nos dio la definitiva Gracia de la Redención. María, al pie de la cruz, con su com-pasión, se asoció a la pasión de su Hijo, y por tanto es corredentora.


Y al igual que a su Hijo una lanza le abrió el pecho, y de ahí brotó nuestra Salud, una espada de dolor atravesó el pecho de la madre (Lc. 2,35), uniéndose de este modo indisoluble el corazón roto del Hijo y el corazón roto de su madre. Por eso, legítima y bíblicamente decimos los católicos que María es corredentora. Y algo más que tanto han intuido los santos: verdaderamente el amor a María es signo de estar predestinado la la salvación.


María, en cambio, jamás se presentó como discípula. Ni siguió a su Hijo durante su vida terrena, ni viajó tras su resurrección a proclamar la Buena Noticia. Pero se quedó una vez, al principio, entre ellos -como tan dulcemente describen los Hechos (Hch. 1,14)- como una luz para recordarles siempre que dónde está ella, también está su Hijo y que debemos hacer siempre lo que Él nos manda.

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