viernes, 14 de febrero de 2025

La Inmaculada Concepción en el juicio a Luis Rubiales.


Siempre es conmovedor observar cómo en una ciénaga ha llegado a brotar una rosa.

"Buenos días, mire ¿Cuándo fue vd. nombrado seleccionador absoluto?", preguntó la fiscal/feminista a Luis de la Fuente. "El día 8 de diciembre de 2022", respondió el seleccionador. Y añadió sin inmutarse: "día de la Inmaculada Concepción". 

Sin duda esta piadosa (y valiente) coletilla iba directamente dirigida al corazón seco de la fiscal/feminista, la cual desde luego acusó ese golpe. En efecto, la bienaventurada Virgen María, y en especial el misterio de su Inmaculada Concepción, es una impugnación a la totalidad de los errores que ha traído la malvada ideología feminista actual. Toda una declaración de principios de nuestro exitoso seleccionador contra este Ministerio Fiscal de la era Sánchez, cuya cabeza hiede así como también algunos de sus miembros.  

Pero analizando el episodio más a fondo, no me cabe duda que le ha dado la estocada a todo lo que significa este proceso. Una estocada ciertamente espiritual e invisible (e imperceptible para la inmensa mayoría) pero tan profunda como para herirlo en su oscura entraña. Como era previsible, la fiscal/feminista, quizás en venganza por mencionar a aquella ante quien huye el diablo, le hizo un interrogatorio absolutamente capcioso, y finalmente pidió su imputación por "falso testimonio".  

Confío en que esto último no vaya a más. A mi juicio, es una disparatada salida de tono de esta fiscal/feminista, que tuvo que ser corregida con aspavientos por el magistrado-juez (cosa bastante anormal en el foro, y lo digo como abogado que soy). Juez al que por cierto, se le nota bastante cabreado, y lo entiendo perfectamente: debe estar, como dicen los jóvenes, alucinando en colores por este vergonzoso espectáculo mediático de jornadas interminables en la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional (A.N.) para juzgar esto. Quiero pensar que es así.

En realidad, qué juez/jurista con un mínimo sentido común no lo estaría. Imparte justicia en un Tribunal que, según la Ley Orgánica del Poder Judicial, debe atender causas de magnitudes diabólicas: terrorismo, narcotráfico a gran escala, delitos contra la corona, extradiciones y euroórdenes, o delitos económicos como falsificación de moneda por grupos organizados que causen grave daño a la economía nacional.  ¿Y nadie se ha preguntado entonces lo grotesco y ridículo que es gastar los dineros y la paciencia del contribuyente en este tema; en dedicar esfuerzos en probar lo que vieron millones de personas en todo el mundo, y en perder en definitiva el tiempo en este vodevil, mientras se acumulan causas y más causas de gravísimos delitos en los anaqueles de la A.N? ¿Cuántos españoles hoy, se dan cuenta de que el rey está desnudo y se callan?

Como muchos no callamos, me pregunto legítimamente cómo es posible que este asunto tan chusco (que no duraría ni cinco minutos en el juzgado de paz más destartalado del pueblo más cutre de nuestra malhadada patria) haya llegado a este tribunal que sólo atiende causas especialmente graves. Sé que se me responderá que la A.N. también es competente para juzgar delitos cometidos por españoles en el extranjero. Y que, claro, hablamos de una "agresión sexual" (sic) entre compatriotas acaecida en el confín del mundo; eso sí, ante millones de espectadores. A esa cuestión le dediqué un artículo publicado en infovaticana, y quiero recordar ahora un párrafo: 

"Para los que aún conservamos el sentido común, lo sucedido en el palco de autoridades nos pareció un gesto algo chocante pero sin excesiva importancia (más grave fue la anterior exhibición de testosterona delante de la reina y la infanta). La misma jugadora, siendo cierto que manifestó en un primer momento que no le había gustado, lo hizo entre risas y en el vestuario donde todas sus compañeras gritaban de júbilo. Sin embargo, de manera incomprensible el asunto ha acabado copando los más importantes periódicos y medios visuales del orbe, y excitando la intervención de buena parte de los ministros de en funciones de nuestro gobierno (que no sólo han reclamado la dimisión del agresor sexual (sic) sino que incluso se le castigue ejemplarmente). Dada la podredumbre ideológica de nuestro gobierno tal reacción la daba por excusada, pero sí me ha sorprendido que se haya sumado a esa ejecución pública la futbolista afectada y casi todas sus compañeras de consuno. Entre todos y todas han convertido al tal Rubiales en víctima propiciatoria de la hybris feminista del mundo entero". 

Un año y seis meses después de estas palabras, culmina ese sainete con la traca de un juicio retransmitido en directo, el cual deseo de corazón que pase a la historia. Sí, ojalá sea exhibido en las aulas de las Facultades de Derecho del mundo (facultades serias y sanas, quiero decir) para ejemplificar cómo la ideología arrasa con el mejor fruto de la recta razón que es la justicia. Suponiendo, lo que es mucho suponer, que las universidades del futuro abandonen esas rémoras irracionales tan enquistadas hoy en sus médulas. 

De todos modos, es evidente que sería desmesurado e injusto por mi parte equiparar este lamentable espectáculo con otros modelos de justicia pervertida y criminal que encontramos a espuertas en la historia y que sí se analizan en las aulas universitarias. Hoy avergüenza a los franceses evocar el affaire Dreyfus y aquellos juicios militares de la Gran Guerra, recordados en la estremecedora película de Kubrik, Senderos de gloria. O a los rusos rememorar los procesos de Moscú de los años 30, con ese sádico acusador llamado Vyshinski. O a los alemanes los juicios del tribunal del pueblo presididos por aquel siniestro juez/fiscal simultáneo Freisler. Aquellas parodias de justicia acabaron en dramas y tragedias con millares de víctimas; el nuestro afortunadamente sólo concluirá con un esperpéntico entremés, pero no por menos doloroso va a ser menos grave. Porque, con mayor o menor intensidad, todos ellos sin excepción son paradigmas de uso alternativo del derecho, un insulto al más noble concepto de lo que es la judicatura y la ley, la recta ordenación de la razón en aras del bien común. Y no olviden los españoles la cuestión clave aquí: no se juzga sólo el pico/beso robado del marichulo Rubiales. Aquí se decide lo que entendemos por justicia; es decir, es ella -la más importante virtud cardinal- la que está sentada en el banquillo de los acusados con una venda en los ojos. Y eso nos afecta a todos. Quien tenga oídos...

En fin, me viene ahora a la cabeza uno de los más grandes españoles de todos los tiempos, Miguel de Cervantes y su maravilloso entremés El juez de los divorcios. Concluyendo la obrita, el juez insta a las irreductibles parejas a reconciliarse. Pero el procurador -hoy sería nuestro desprestigiado Ministerio Fiscal patrio, que ha sustituido el noble arte del derecho por la bajeza política (el Fiscal general) o por la ideología (la fiscal/feminista)-, se opondrá con la siguiente reflexión:

"Desa manera moriríamos de hambre los escribanos y procuradores de esta audiencia. No, no, sino todo el mundo ponga demandas (...) y nosotros habremos gozado del fruto de sus pendencias y necedades".

El feminismo, con el que muchos/as han hecho su modus vivendi, exige más que un puntual castigo ejemplar; demanda muchas víctimas propiciatorias en su araPor tanto es de prever que este aquelarre progre se repetirá en nuestro país. Un país al que se le podría aplicar asimismo esas palabras de la jovial novela cervantina La ilustre fregona: "Aquí se canta, aquí se reniega, acullá se riñe, acá se juega y por todo se hurta".  

Por todo ello, no sólo no es irrelevante sino tremendamente esperanzador que entre tanto despropósito, y precisamente en un juicio como éste, un mero testigo (y un católico cabal) se haya atrevido a recordar a aquella que se juzgó a sí misma como Esclava del Señor. De Nuestro Señor, quien le concedió el privilegio de su Inmaculada Concepción, ser Madre de Dios y de cada uno de los cristianos, y Reina del Cielo y de la tierra. 

Concluyo. La historia nos habla del Milagro de Empel, cuando la noche del 08 de diciembre de 1585 se helaron sorpresivamente las aguas del Mosa y pudieron pasar los Tercios, rompiendo el cerco al que le tenían sometidos los rebeldes holandeses, a los que acabarían derrotando pese a su inferioridad numérica. Durante el dramático asedio un soldado que cavaba una trinchera descubrió una tablilla con la imagen de la Inmaculada Concepción, y a tal evento se atribuyó el posterior y extraño fenómeno meteorológico que salvó la vida a los españoles. Siglos después indago como cristiano los signos de mi tiempo y, aunque cada vez más de tarde en tarde, me puedo alegrar de que se evoque, aunque sea de pasada, a la Concebida sin pecado original en este estercolero en el que se ha transformado nuestro país tras años de socialismo y pepeísmo.

Parece muy poca cosa pero de ella nunquam satis. Me hace soñar con otro Milagro de Empel, y que sigamos siendo la nación predilecta de aquella que pisará algún día la cabeza al demonio y lo mandará al infierno para siempre. A él y a todas sus ideologías con las que ha podrido la mayoría de las almas de mis queridos compatriotas.

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